Por Moira Nolan
En octubre de 2004, la coalición contra la guerra Not In My Name —No en mi nombre— de EEUU sacó un anuncio en el New York Times condenando la guerra en Irak. Entre las personas famosas que se unieron para oponerse a la guerra de Bush estaba Angela Davis, una figura clave del movimiento de liberación negro en la década de los 60 y 70.
Davis fue catapultada a la fama internacional en 1970 cuando el FBI la puso en su lista de las personas más buscadas y publicó un cartel con su foto donde se podía leer “armada y peligrosa”. Sin embargo, para millones de personas negras en EEUU Davis era un símbolo del movimiento para acabar con el racismo institucionalizado y especialmente con su sistema penitenciario.
De niña, en la década de los 40, Davis creció en la segregada ciudad de Birmingham, Alabama, en una zona conocida como Colina Dinamita debido a la gran cantidad de bombas que ponía el Ku Klux Klan tratando de matar a cuantas más personas negras mejor. El movimiento de derechos civiles de los 60 y las campañas contra la guerra del Vietnam fueron trampolines para un cambio radical más profundo, ayudando a involucrar a Davis en la lucha.
A finales de los 60 las campañas no violentas de masas contra la segregación en el sur de EEUU, lideradas por Martin Luther King, se habían extendido por todo el país. Comunidades negras enteras participaron en las luchas contra la discriminación, por el empleo y por una vivienda digna, especialmente en las ciudades del norte como Chicago y Detroit. Una minoría empezó a ver que la verdadera liberación de las personas negras sólo podía ir de la mano de más justicia económica y que se debían vincular las acciones más individuales a una lucha más amplia contra el sistema en su conjunto.
Rechazo
Los elementos más radicales del movimiento de liberación negro comenzaron a rechazar la no violencia frente a la brutal y creciente respuesta por parte del gobierno. Organizaciones como el Partido de las Panteras Negras abogó por llevar armas para poderse defender de la brutalidad policial en sus propios barrios.
Davis era una Pantera Negra y perteneció también al Partido Comunista de EEUU. Tenía muy claro, como comentó más de una vez, que “el único camino verdadero para la liberación de las personas negras es el que conduce hacia un derrocamiento total y completo de la clase capitalista”. Una de sus críticas más feroces a través de varias campañas fue contra el sistema judicial de EEUU, que criticó, y sigue haciéndolo, por la forma en que la ley se utiliza para ir contra la población negra. El caso de George Jackson fue un ejemplo claro. Fue detenido a los 18 años por robar 70 dólares en una gasolinera y se le condenó a más de diez años, siete de ellos en régimen de aislamiento. En 1971 fue asesinado en un motín en la cárcel de Soledad.
Desde su “respetable” posición como profesora de filosofía en la Universidad de California, Angela Davis jugó un papel clave en el Comité de Defensa de los Soledad Brothers. Su compromiso la llevó a que fuera amenazada con su despido más de una vez. Ronald Reagan, entonces gobernador de California, lideró una caza de brujas para conseguir que Davis fuera despedida. La resistencia masiva en todo el campus y más allá lo impidió. A pesar de eso Reagan logró que el gobierno de EEUU encontrara una excusa para perseguir a Davis a un nivel superior.
A medida que el movimiento de liberación negro se disipó, el gobierno llevó a cabo una represión cada vez más generalizada contra las Panteras Negras. Unas 20 personas claves dentro la organización fueron asesinadas en 18 meses y figuras destacadas, como Huey Newton o Bobby Seale, acusadas de asesinato. Davis fue acusada de suministrar armas a Jonathan Jackson, hermano de George, el cual tomó un juzgado de California en un intento de liberar los Soledad Brothers.
Después de su arresto en Nueva York, Davis fue detenida durante 18 meses y su liberación se convirtió en la principal campaña para muchos movimientos durante meses. Davis podía llegar a recibir 400 cartas al día de todo el mundo.
Sus artículos de este periodo son los más apasionados y polémicos, con un análisis muy profundo de la relación entre raza y clase que no se había llevado a cabo hasta el momento. Mujeres, raza y clase, el libro más leído de Davis, es un intento de comprender la dinámica entre la opresión y la explotación en la sociedad capitalista. Su análisis marcadamente diferente de muchos de los líderes del movimiento de liberación, siempre vio la lucha de las mujeres y las personas negras como una parte de la lucha contra el sistema en general.
Fuente: http://enlucha.org/site/?q=node/18385