Por Alejandro Páez Varela
Sentado en la barra de La Blanca, minutos después de terminado el mitin de ayer en el Zócalo del DF, le pregunté a una familia que qué pensaba de la decisión de Andrés Manuel López Obrador.
–Ya era hora –dijo la mayor, de unos 40 años, arrugando la nariz con desdén.
De inmediato se refirió al Partido de la Revolución Democrática (PRD) como corrupto y vendido, y dijo: “¿Se fijó cómo los que iban al mitin con camisetas del PRD empezaron a salirse cuando AMLO anunció que renunciaba? Son acarreados. Son puro acarreado. En el PRD hay puro acarreado”.
A un lado mío, en esa misma barra, estaba sentada una pareja que seguía atenta los comentarios sin levantar el pico del caldo de pollo. Eran del estado de Guerrero y ambos llevaban camisetas hechas en casa que decían: “Morena”. Levanté el pico de mi caldo de pollo y me di cuenta de que buena parte de la República estaba representada en ese restaurante. Sobresalían los norteños pero, en particular, los regios: una, dos, tres mesas de chavas y chavos con camisetas que decían: “Morena Nuevo León”.
El restaurante no es caro; tiene la mejor comida mexicana del centro de la Ciudad de México si no se quiere gastar en (o no se tiene el dinero para), digamos, El Cardenal. Éramos entonces –como suele ser La Blanca– un mosaico de acentos y colores de piel. Las camisas de Morena, que son marrón o rojo oscuro, eran mayoría. No se veía el amarillo del PRD. Y los que no eran de Morena eran pro López Obrador, directo, sin pasar por partido político alguno o por el Movimiento. La cara de AMLO estaba en camisetas de toda clase, con frases de todos los mítines y hasta de la campaña de 2006. “Sólo el pueblo puede salvar al pueblo”, leí.
Claramente la separación entre AMLO y el PRD era un hecho desde hace tiempo. Y en efecto, quizás ninguno de los dos se deban algo (“estamos a mano y en paz”, diría López Obrador). El PRD fue una buena plataforma, y AMLO un buen candidato: sólo en dos elecciones presidenciales le acercó a la izquierda más de 30 millones de votos que se reflejaron en posiciones en el Congreso, en gobiernos locales, etc. Gracias, dijo AMLO, y a otra cosa.
Me temo que López Obrador y el PRD podrán estar a mano, pero no estarán en paz. De manera natural empezará la guerra por la membresía y por las cuotas de poder. Morena querrá hacerle la vida de cuadritos a Enrique Peña Nieto desde el Congreso, por ejemplo, y para eso necesita diputados federales y senadores. ¿Cuántos llegaron por AMLO? Los que sean: Morena ahora los necesita. A su vez, el PRD de Jesús Zambrano (y de Jesús Ortega) querrá disfrutarse como segunda fuerza política nacional, pero no podrá hacerlo si se le van los miembros.
Tal cual: viene la pelea por la membresía VIP. Una guerra que empezará debajo de la mesa, “en paz”. Morena contra PRD, y viceversa.
Cuando López Obrador agradecía, ayer, a los que fungieron como sus candidatos al gabinete, empezó con uno: con Marcelo Ebrard. Un gesto sincero pero con mensaje. Será clave la decisión que tomen los “progresistas” Miguel Mancera, Ebrard y Manuel Camacho Solís. Será clave para el PRD y para Morena.
En el PRD se quedarán los aliados del Jefe de Gobierno del DF saliente; AMLO no es tonto: sabe que jalarse a Marcelo sería desarticular una buena parte del PRD y dar una imagen de pluralidad a Morena (se le acusa a diario de ser “una secta”). Pero a Marcelo sólo podría traérselo si le promete que Morena lo lanzará en 2018 como candidato presidencial. López Obrador, ¿está dispuesto a tanto? Me parece que no. Me parece que López Obrador se ha construido una plataforma para lanzarse una tercera vez por la presidencia. Honestamente no veo a Ebrard en Morena. Advierto, pues, dos candidatos de izquierda en la siguiente elección: Ebrard y AMLO.
Hay que pensar en la guerra que se librará en los estados. Y en la que se dará ciudad por ciudad. Una guerra por la membresía VIP, pero también por los que ocupaban, ayer, la mayoría de las mesas de La Blanca. No hay manera de evitarlo; simplemente sucederá.
A Morena no le faltará membresía, es clarísimo: miles llegaron al zócalo ayer atraídos por el líder tabasqueño. Pero tiene el reto de ser algo más que un movimiento a los pies de su líder. A López Obrador se le acusa de mesiánico; Morena debe ser todo menos un partido de “lopezobradoristas”: debe ser una opción plural, o nunca se quitará el mote de “secta”.
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Es curioso cómo justo en un gran momento para la izquierda, cuando se vuelve una segunda fuerza política, se parte en dos (al PT y a Movimiento Ciudadano los absorberá Morena, creo). Ahora hay que decidir entre un PRD “agonizante” (según escribió la semana pasada su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas) o Morena, en donde muchos de sus dirigentes siguen atados al pasado, a 2006. Claudia Sheinbaum llamaba ayer a AMLO “Presidente legítimo”. Así lo anunciaba desde el estrado: “Ya mero llega el ‘Presidente legítimo’”. Mmmh.
Y no hemos visto todo. Apúntelo por allí, porque viene: Un grupo importante de líderes preparan una “tercera vía” dentro de la misma izquierda, que no sea Morena y que se distancie del PRD corrompido.
Una tercera vía. Otra tribu, más tribus.
Qué difícil momento para la izquierda mexicana, y difícil momento para el país. Lo que inició en el zócalo del DF ayer tendrá bastante entretenidos a los líderes de izquierda por un largo, largo rato. Tomen una silla y siéntense; habrá polvo y ruido. Y habrá sillazos, me temo.
Lo lamentable es que el único partido que parece unido y en marcha, es el PRI. En los siguientes años, si no tiene un contrapeso firme, afianzará sus tentáculos y seguirá ganando espacios. El PAN… el PAN está en lo suyo: tratando de sobrevivir al calderonismo, secuestrado por el calderonismo, y pagando los errores del calderonismo.
No hay buenas noticias en el horizonte, pues. No las veo.
Carajo, mexicanos, qué adicción a la adrenalina. Llevamos la lucha libre en las venas.
Artículo publicado originalmente en SinEmbargo.mx