American curios: Robasueños

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Por David Brooks

“Roba un poco y te llevan a la cárcel. Roba muchísimo, y te hacen rey”.

Verso de Bob Dylan en su canción Sweet-heart like you.

Barack Obama usó su informe presidencial, llamado el estado de la Unión, para reafirmar su postura como el gran campeón de la clase media. Insistió en que ésta es el eje del éxito de este país, la clave para un futuro próspero que de nuevo prometa eso del sueño americano. Entre otras cosas, Obama propuso ante el Congreso elevar el salario mínimo (de 7.25 dólares la hora a 9 dólares), lo cual aumentaría el ingreso de unos 15 millones de trabajadores, subrayando: declaremos que en la nación más rica de la Tierra, nadie que trabaje tiempo completo debería vivir en la pobreza.

Pero el estado de la Unión no se define con palabras bonitas ni propuestas que, aunque ayudan, no resuelven lo que en los hechos genera la gran desunión de este estado: la brecha cada vez mas dramática entre los ricos y los demás. Aunque Obama aludió a esto, no informó que él y su gobierno han perpetuado esta tendencia, y que los ricos ahora gozan más que nunca de la desigualdad entre ellos y los demás desde tiempos de la gran depresión.

Por ejemplo, como se ha mencionado anteriormente, las ganancias empresariales se han incrementado 171 por ciento durante la presidencia de Obama –la tasa más alta desde 1900–, según un análisis de Bloomberg News. Pero este auge no ha sido compartido. Mientras las ganancias como porcentaje de la economía están a su nivel más alto desde que el gobierno empezó a calcular este dato en 1947, los salarios como porcentaje de la economía se han desplomado a su nivel más bajo.

Otras investigaciones recientes registran que los ingresos del 1 por ciento más rico se incrementaron 11 por ciento durante esta llamada recuperación económica de los últimos cuatro años, pero el crecimiento fue nulo o negativo en todos los otros segmentos de la población, según cálculos del reconocido experto económico Emmanuel Saez, de la Universidad de California en Berkeley.

Mientras tanto, a plena vista, el poder empresarial, sobre todo el financiero, ha llegado a tal nivel que algunos se preguntan quién manda verdaderamente en Estados Unidos, si el gobierno o el dinero. El reconocido periodista y comentarista Bill Moyers afirmó en su programa de televisión pública, Moyers & Company, que “la Cámara de Representantes, donde el Congreso se junta para escuchar al presidente, antes se conocía como la ‘Casa del Pueblo’, pero ahora el poder del dinero es quien la alquila y la administra desde cuartos traseros secretos”. Moyers agregó que éste es el Congreso más caro que el dinero puede comprar; señaló que se gastaron más de mil millones de dólares en las campañas para representantes, unos 700 millones de dólares para un tercio del Senado, y cada una de las dos campañas presidenciales gastó mil millones. Un cálculo de Político afirma que los dólares gastados en todas las elecciones en noviembre excedieron el número de personas en el planeta: más de 7 mil millones de dólares.

Aunque no se sabe exactamente el origen de todo este dinero, sí es conocido que gran parte proviene de multimillonarios y otros sectores muy ligados al llamado 1 por ciento más rico de la población y sus intereses.

Ante esto, si uno sólo considera los hechos de estos últimos años, en los cuales los grandes bancos cometieron fraude, lavaron lana para criminales y narcotraficantes, engañaron sobre sus operaciones, manipularon las tasas de interés internacionales y más y, con todo, provocaron la peor crisis económica en casi un siglo (y recibieron un rescate masivo a costa de las arcas públicas, para que continuaran haciendo más o menos lo mismo) sin que ninguno de los principales ejecutivos enfrentaran las consecuencias de esta magnas violaciones legales, todo queda claro.

Si uno roba los sueños de millones y viola las leyes un poco, lo meten al tambo; si lo hace en grande, lo hacen rey (y lo multan un poco).

La multa supuestamente gigantesca a HSBC por lavar dinero de cárteles mexicanos, entre otros clientes, como negocios ilegales con regímenes enemigos y más, fue el equivalente a cinco semanas de negocios para ese banco internacional. Las multas impuestas a los que engañaron a cientos de miles con hipotecas tóxicas, fraudes y manipulación de tasas de interés internacionales tampoco incomodaron a los ejecutivos. Lanny Breuer, procurador general asistente de Estados Unidos, quien encabezó estas fiscalizaciones, explicó que tenía que ser así, ya que hoy, en un mundo de instituciones grandes, donde gran parte del mundo financiero se basa en la confianza, una resolución correcta es asegurar que las partes no huyan de una institución, que los empleos no se pierdan, que no se genere un evento económico mundial que sea desproporcional a la resolución que deseamos.

Para el periodista Matt Taibbi, de Rolling Stone, quien ha estado entre los que más han investigado todo esto, eso significa que, en otras palabras, Breuer está diciendo que los bancos nos tienen agarrados de los güevos… Concluye que con todo esto queda claro que hay una clase que puede ser arrestada y una no arrestable. Siempre lo sospechamos, ahora lo admiten.

En tanto, millones de familias perdieron sus empleos, sus casas y sus sueños. Para ellos hay palabras bonitas de que representan lo mejor de Estados Unidos, que los que trabajan todos los días en busca del sueño americano y juegan con las reglas son el motor de este país. Son los que se sacrifican para que sus hijos prosperen, son los que van a las guerras para defender su país, son los invitados a cantar el himno nacional y ondear la bandera, son a los que se convoca a ese patriotismo que envina todo discurso político.

La canción de Dylan tiene otro verso: Dicen que el patriotismo es el último refugio/del cual un pillo se agarra, que proviene de la frase famosa atribuida a Samuel Johnson en 1775. El patriotismo es el último refugio de un pillo, en la cual se refería a ese patriotismo falso que se usa para disfrazar los intereses propios.

Fuente: La Jornada

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