La Merkel se quejará a Obama por la vigilancia de la NSA a su país
Por Rafael Poch/ La Vanguardia
Alemania está en el centro del festival de despropósitos que rodea al escándalo Prism, la orwelliana red de espionaje de todo: llamadas telefónicas, correos electrónicos e información de las redes sociales, que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos maneja. Un mapa de la NSA publicado por el diario The Guardian, muestra que Alemania es el país europeo más espiado. La cifra exacta de transmisiones alemanas controladas cada mes se desconoce, pero la cifra relativa a Estados Unidos supera los 2.800 millones.
Preguntado el miércoles por ese tema, el ministro del Interior alemán, Hans-Peter Friedrich, respondió sin inmutarse que se enteró del asunto “por los periódicos”. El jefe de la policía secreta (BfV), Hans Georg Maassen, declaró no saber nada, aunque observó que “algunos sistemas” utilizados por la NSA “son muy interesantes y nos gustaría usarlos”. Todo se parece mucho a un festival de cinismo porque cualquier persona informada sabe que los servicios secretos alemanes (y los chinos y los rusos, y todos en general) hacen gran uso de las posibilidades que brinda la tecnología para disolver la privacidad.
Alemania es un país muy sensible a ese tema. Desde los años ochenta, juristas y defensores de los derechos civiles analizan críticamente esa desesperada carrera, necesariamente perdida para las libertades fundamentales, en la que, por así decirlo, la tecnología de control viaja en un avión supersónico mientras el derecho trota a lomos de un burro, en el mejor de los casos.
El historiador alemán Josef Foschepoth demostró el año pasado en su libro Alemania vigilada que todas las transmisiones postales, telefónicas y telegráficas con el bloque del Este estuvieron sistemática e ilegalmente controladas en el país. Ya entonces los derechos constitucionales eran barridos por la razón de Estado de la “seguridad nacional”. Foschepoth encontró en los raros archivos accesibles un documento según el cual el servicio secreto alemán (BND) interceptaba a diario 5,28 millones de telecomunicaciones en los noventa.
“Lo hacen cuando quieren y a veces hasta se sabe”, declaró el historiador a nuestro diario. Las reservas de los juristas de los años ochenta sobre las técnicas de rastreo informatizadas (Rasterfahndung) que inauguró el entonces jefe de la policía criminal federal (BKA), Horst Herold, son hoy un juego de niños.
Según el Boundless Informant de la NSA, sólo en el mes de marzo un único programa de espionaje de la agencia recogió 97.000 millones de datos en todo el mundo, entre ellos 14.000 millones de Irán, 13.500 millones de Pakistán y 3.000 millones de Estados Unidos y Europa, pero no es este manifiesto abuso sino su denuncia y publicación lo que se criminaliza.
En el Bundestag se reconoce que no hay manera humana de controlar a los controladores del BND, que oficialmente filtraron, en el 2010, 39 millones de correos. Ai Weiwei, el disidente chino más conocido en Alemania, ha dicho que con Prism Estados Unidos se comporta como China. En realidad es al revés: es China la que imita a Estados Unidos, desde hace muchos años y con gran retraso tecnológico. El propietario de las redes es Estados Unidos, no China, explica Frank Rieger, portavoz del Chaos Computer Club alemán, una asociación de hackers.
“Rusos y chinos siempre han advertido a sus ciudadanos diciéndoles: cuidado con la utilización de empresas de internet estadounidenses, porque vuestros datos acabarán en los archivos de los servicios secretos”, explica Rieger, según el cual todas las transmisiones entre Estados Unidos y Europa son vigiladas “por lo menos por tres servicios secretos: el BND, los británicos y los estadounidenses”. Barack Obama visita Berlín el martes y miércoles próximos. Merkel va a verse obligada a plantearle el tema. No se trata del abuso civil y el escarnio a la democracia que la vigilancia supone. La canciller no es muy sensible a eso. Se trata de dinero.
Las empresas y consorcios alemanes son grandes competidores de los de EE.UU. y a los empresarios alemanes no le hace gracia que sus informaciones privadas se lean con transparencia al otro lado del Atlántico. “Los datos privados y delicados de las empresas deben ser protegidos”, le ha dicho a Merkel el presidente de la asociación empresarial de las tecnologías de la información (Bitkom), Dieter Kempf, informa en portada el diario empresarial Handelsblatt.
Fuente: La Vanguardia