Por Armando Gutiérrez Rodríguez
Zipolite— Este tranquilo poblado de la costa oaxaqueña es célebre por su playa nudista, donde los visitantes extranjeros y nacionales descubren que no sólo dejan la ropa y su pudor a un lado sino también desnudan sus sentidos para sumergirse en un exótico paraíso.
Definitivamente Zipolite está muy lejos de ser el destino playero tradicional atestado de turistas y hoteles de lujo; es más bien un lugar para tener contacto íntimo con la naturaleza, para escapar del ruido mundanal y disfrutar de lo simple.
A pesar de que este pueblo es predominantemente rústico y no cuenta con gran infraestructura turística, sus habitantes aseguran que quienes lo visitan quedan prendados de su encanto y permanecen más tiempo del planeado.
Prueba de ello es que en los últimos años personas de diversas nacionalidades –europeos, canadienses, estadunidenses, argentinos, entre otros– echaron raíces aquí e incluso establecieron negocios como bares, tiendas, hoteles y restaurantes. Muchas otras simplemente han optado por el “amor y paz” y olvidan las responsabilidades cotidianas para instalarse en el modo de vida hippie.
Entre las décadas de los 60 y 70 a este pueblo, situado a 230 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, llegaron cientos de hippies porque era la única playa nudista de México, el sitio ideal para ellos debido a la mínima vigilancia policiaca y al fácil acceso a las drogas.
Actualmente aún pueden verse jóvenes y viejos hippies nostálgicos caminando por las calles e incluso aventureros de mochila provenientes de Europa y otras partes del mundo. Hacen de este lugar su “base de operaciones” permanente, o se quedan por temporadas.
Extranjeros y lugareños encuentran en Zipolite un punto de identificación que les permite convivir en tolerancia y compartir de buena gana las tradiciones oaxaqueñas.
Con sólo 2.5 kilómetros de extensión las playas de Zipolite, adornadas con palapas, permiten olvidarse de las inhibiciones y broncearse desnudo en la arena, sin temor a que alguien llame la atención a los bañistas o se escandalice.
Por esa razón, en temporada alta cientos de vacacionistas acuden a la “Playa del amor” en la que se permite el nudismo, aunque esta es una práctica habitual a lo largo de toda la playa zipolitense, según comentan los habitantes.
El nudismo no obstante aún es motivo de morbo y rubor entre no pocos mexicanos. Y la ubicación de la “Playa del amor” no ayuda mucho a rebatir este argumento, pues se encuentra tras un cerro rocoso, un tanto apartada, lo que le da cierto aire clandestino.
En Zipolite se deben extremar precauciones durante la época de lluvias (de julio a septiembre) ya que las corrientes marinas son extremadamente fuertes y hacen casi imposible nadar. Por lo general un banderín rojo en la playa advierte del peligro de meterse al agua. El amarillo significa precaución; el verde en cambio significa que se puede nadar sin problema.
Esa temporada es bien aprovechada por los surfistas que tienen la habilidad de cabalgar las enormes y furiosas olas. Aun así nadadores muy experimentados han muerto ahogados, de acuerdo con relatos de los pobladores.
Pero el mar embravecido no es impedimento para disfrutar de las playas de la zona, pues a unos 10 minutos de Zipolite se encuentra Puerto Ángel, donde las aguas considerablemente más apacibles permiten a toda la familia darse un buen chapuzón. Se puede llegar ahí en taxi o en colectivo.
Una buena opción es hospedarse en un hotel de Zipolite y explorar lugares cercanos como Mazunte, Ventanilla, Bermejita o San Agustinillo. Vale la pena dormir en una cabaña muy cerca del mar y deleitar el sueño con la brisa marina o el arrullo del oleaje. Mazunte es un punto especialmente atractivo para los niños, pues ahí se encuentra el Centro Mexicano de la Tortuga. Además, en la comunidad ecológica de Ventanilla hay un manglar de cocodrilos y una playa tortuguera.
Ya sea que se viaje solo, en pareja, con familia o de mochilero, Zipolite ofrece múltiples alternativas de hospedaje para todos los bolsillos: hoteles, cabañas, bungalós y hasta hamacas para dormir en plena playa por sólo 20 pesos la noche.
Entre los hoteles más recomendables están Brisa Marina, El Alquimista, Posada Dos Estrellas, Nude Zipolite, Heven, Castillo Oasis, Villa Escondida, Lo Cósmico y Zipolite Plaza.
Eso sí, hay que ir prevenido porque Zipolite está exento de cajeros automáticos y bancos. También es necesario un buen frasco de repelente, por si se ve envuelto en un ataque masivo de zancudos.
La vida comercial y nocturna de este pueblo se concentra en una calle adoquinada, de unos pocos metros, donde hay bares, hoteles y restaurantes que ofrecen comida del mar y oaxaqueña. Los artistas, músicos y bailarines hacen derroche de sus dotes en esa zona donde también se venden joyas y adornos.
Las noches de Zipolite son bohemias, propicias para sentarse frente a la playa y respirar el mar mientras se bebe una cerveza o un coco helado en medio de una charla, en alguna batucada o en un bar.
Si lo que se busca es aprovechar las vacaciones para “encontrarse a sí mismo” espiritualmente hablando, algunos hoteles ofrecen clases de yoga y meditación a costos accesibles.
En el poblado existen algunas agencias que venden tours grupales para explorar los alrededores a bordo de lanchas. A pesar de que son recomendables y relativamente baratos (unos 200 pesos por persona), no debe creerse todo lo que prometen. No observará delfines ni ballenas durante el recorrido. Tampoco podrá hacer snorkel. Lo que sí verá son hermosos paisajes, casi vírgenes, y percibirá la azul esencia del mundo marino.
Si de “viajes” se trata, no se alarme si al recorrer las playas o en las calles le ofrecen algún tipo de estupefaciente como mariguana, cocaína o alucinógenos. Si rechaza la oferta, no pasa nada; si la acepta, es asunto suyo.
En algunas zonas de Zipolite ocurre un extraño suceso que de inicio sorprenderá al visitante: ya entrada la noche algunas familias salen “armadas” con lámparas, como en una misteriosa expedición, para recolectar cangrejos y después prepararlos en “amarillo”, un guisado típico de esta región oaxaqueña.
Otra maravilla de Zipolite es que por las noches algo tan sencillo como observar el firmamento se vuelve todo un espectáculo, pues se revela ante los ojos un manto de estrellas encantadoramente diáfano, en especial en la playa o en áreas con poca luz artificial.
Con absoluta seguridad el visitante nunca olvidará Zipolite ni a su gente amable, noble y cálida.
Amor y paz.
Twitter: @armandogtzrdz
Fuente: Proceso