Por Carmen Aristegui F.
El 9 de febrero de 2011, en una conferencia de prensa, expuse mi postura sobre lo sucedido entre Los Pinos y MVS a raíz del disgusto causado en el Ejecutivo por un comentario editorial y la formulación de interrogantes sobre un asunto que, desde mi punto de vista, tenía -y tiene- un claro interés público. Lo que ahí se desató fue algo que terminó con la salida de un grupo de profesionales, que me incluía, del noticiero que llevaba dirigiendo y conduciendo hacía dos años atrás. Hoy ese capítulo forma parte de una inédita trama de confrontación pública entre un grupo empresarial y la Presidencia de la República.
Narré, entonces, los hechos tal y como me constaban. Con la información de la que disponía. De lo que vi. De lo que supe. Y de lo que -a todas luces- era un hecho denunciable que había llevado a la ruptura de mi relación profesional con MVS y que derivó en una fuerte protesta del auditorio.
Pude conversar y pedir opinión sobre lo ocurrido con Miguel Ángel Granados Chapa -a quien tanto echamos de menos- y con Javier Corral, quien, generosamente, había aceptado ser la figura arbitral en el contrato firmado con MVS para dirimir eventuales conflictos editoriales. Importante, sin duda, fue el llamado hecho por la AMEDI, presidida entonces Raúl Trejo Delarbre.
Mi propósito fue exponer, sin rodeos, las razones de la salida, los momentos vividos y -sobre todo- la naturaleza del conflicto. Decidí, igualmente, plantear una salida constructiva y apostar por la recuperación de un espacio que nuestra audiencia reclamaba, y que quienes lo hacíamos veíamos perder de manera absurda e inaceptable.
El llamado fue escuchado y regresamos al aire. Dije entonces a la familia Vargas y a MVS que si aceptaban mi propuesta de regresar, con ese hecho se estaría reconociendo, por parte de ellos, que lo que ahí se exponía correspondía a la verdad de lo que ocurría. Leí un texto que preparé durante la noche y madrugada de ese miércoles para presentarlo a los colegas que acudirían a Casa Lamm para escuchar ese mensaje.
Durante la lectura, formulé varias preguntas para señalar que nuestra salida era producto de graves presiones políticas ejercidas contra MVS con motivo de la negociación para la explotación de la banda de 2.5. De tiempo atrás era clara, a su vez, la presión de Televisa al gobierno para evitar dichos refrendos.
Pregunté, entonces:
“¿Cómo es que se puede elevar, desde Los Pinos, el grado de exigencia pidiendo casi la humillación por un hecho absolutamente sobredimensionado? ¿Cómo es que a un empresario, a quien tenemos como decente, lo llevaron a comportarse de esta manera? ¿Cómo pudieron lograr que se sintiera obligado a tal punto como para exigirme la lectura de una carta -obviamente no escrita por mí- en términos que me eran ajenos y que, por supuesto, no empataban con lo que dicta mi conciencia para calmar la ira presidencial?
“Una exigencia de la lectura indigna de esa carta, que quien me la formuló sabía de antemano que yo la rechazaría. Se llegó a ese extremo por el grado de vulnerabilidad en el que quedan quienes tienen negocios o concesiones en el mundo de las telecomunicaciones y los medios de comunicación”. Hoy todo eso ha quedado demostrado.
Dieciocho meses después, la historia ha dado un vuelco. Si bien quedó claro que la Presidencia de México ha mentido y que sí estuvo involucrada, hasta la médula, en aquel vergonzoso capítulo, también es cierto que, en el camino, se han hecho revelaciones insólitas, cuyos detalles han sacudido a quienes entonces -y ahora- formamos parte del equipo de Noticias MVS.
Duro ha sido saber, hoy de primera mano con las propias conversaciones de Joaquín Vargas, el tipo de negociaciones y arreglos que se pueden dar en las estructuras de poder político y empresarial, en donde los periodistas terminamos por ser monedas de cambio. Elementos que dan o quitan poder a quienes detentan cargos políticos y concesiones.
Joaquín Vargas tomó un riesgo mayor. Para poder exhibir la perversidad del modelo tuvo que exhibirse a sí mismo y mostrar el punto hasta el que fue capaz de ser obsecuente y someterse ante un poder que -de diversas maneras- lo colocaba en esa disyuntiva perversa: la cabeza de la periodista o la posibilidad de mantener para MVS la 2.5.
Esta semana, Joaquín tomó una decisión histórica que dejó al desnudo a todos los participantes. La más grave exhibición corre a cargo de la Presidencia, porque es ahí donde se ejerce el poder a nombre de los mexicanos.
En una mezcla de valentía y autoinmolación, Joaquín puso al desnudo el entramado de poder que ha existido desde hace décadas, que ha permitido dar, quitar, refrendar o no, según las conveniencias y valoraciones políticas. “Si te callas, te doy; si no obedeces, te quito”, resumió el propio Vargas.
Miles de jóvenes en las calles hoy exigen “democratización en los medios”. Se paran frente a Televisa, reclaman a los medios y exigen a los poderes públicos. Colocan como imperativo un cambio de paradigma. ¿Quién puede negarles que les asiste la razón?
Artículo publicado originalmente en el periódico Reforma