Por José Gil Olmos
En su ensayo titulado “La balada de Al Capone”, Hans Magnus Enzesberger dice que Alfonso Gabriel Capone debió haber recibido en su época algo parecido al premio Nobel de Economía, porque hizo lo que a ningún otro mafioso se le ocurrió entonces: organizar a las distintas bandas que se dedicaban al comercio y venta de alcohol y tabaco en los años de la prohibición en Estados Unidos.
Al Capone –quien creció en Nueva York– levantó en Chicago su imperio, al que se conoció como “Sindicato del Crimen”, a través del cual impuso su ley con el uso de la violencia y la corrupción, y sometiendo a las bandas adversarias a su voluntad.
El mundo del crimen vivía un completo desorden, y en sus barrios, zonas y ciudades, cada quien ponía sus propias leyes de comercio, hasta que Capone y otros mafiosos organizaron la venta de alcohol, principalmente. De esa manera, según algunas versiones, Alfonso Gabriel Capone llegó a tener una fortuna de 100 millones de dólares antes de ser aprehendido, en 1931, por evasión de impuestos.
En su ensayo, Enzesberger pone en claro la relación intrínsecamente natural entre el sistema capitalista y la mafia, y cómo esta última aplica las leyes del mercado, gracias a las cuales esa mafia se reproduce y extiende por todo el mundo como parte misma del modelo económico, con la participación de empresarios, inversionistas financieros, banqueros, gobiernos, líderes sindicales, iglesia… en fin, todos los poderes fácticos.
Hace unos días, la policía de Chicago comparó al narco mexicano Joaquín Loera Guzmán, El Chapo, con el mafioso de origen italiano, e incluso aseguró que éste es más peligroso.
Con sus históricas diferencias, El Chapo ha llegado a tener tanto poder como lo tuvo Al Capone en su época, siguiendo reglas parecidas para controlar el mercado de las drogas sobre otras bandas criminales que le pelean al sinaloense plazas en todo el país, entre ellas Los Zetas, La Familia Michoacana y el Cártel del Golfo.
Con escasos estudios de primaria, igual que Al Capone, Joaquín Loera ha sabido entender las nuevas leyes del mercado. Si hace un siglo el estadunidense se hizo experto en el incipiente capitalismo con la producción y venta de alcohol en las ciudades más populosas de Estados Unidos, el mexicano es especialista en el conocimiento de las reglas del neoliberalismo, manejando a su antojo las rutas internacionales para el trasiego de la droga, sin importar las fronteras de todo el mundo.
La policía de Chicago tiene razón en decir que El Chapo es más peligroso que Scarface (Cara Cortada), porque el sinaloense tiene un imperio mundial con suficiente poder para asesinar a cientos de personas, si así lo quiere, o comprar autoridades en los países donde se produce la droga y en aquellos por donde pasa para llegar a los grandes mercados de consumo como Estados Unidos y Europa.
Al Capone levantó su imperio sólo en algunas ciudades de su país, mientras que Joaquín Guzmán se ha convertido en una pieza importante dentro del gran mercado millonario globalizado de la droga. El Chapo se encarga de controlar parte importante de la producción de cocaína y metanfetaminas en Sudamérica, que traslada hasta México u otras naciones y luego las lanza al mercado de consumo de cada país.
Seguramente cuenta con asesores financieros para meter al mercado de valores y bancario los millones de dólares que gana anualmente y, de esa manera, limpiarlos e inyectarlos a la economía de cada nación.
El nombre de El Chapo Guzmán es temido y reconocido hasta en las publicaciones más renombradas de los países desarrollados, entre ellas Forbes, que en su última edición lo dejó fuera de su lista, debido a que es difícil cuantificar su fortuna. En sus dos ediciones anteriores, la revista colocó al capo entre los hombres más ricos del mundo, con una fortuna estimada en 100 millones de dólares.
Al Capone, en su momento, y El Chapo Guzmán ahora, son figuras a las que aspiran parecerse muchos jóvenes que viven en la pobreza, marginación y violencia. No obstante, su existencia y fama solamente se explica en esta lógica económica salvaje, en estas leyes de la prohibición donde lo más importante es hacer dinero sin importar los métodos que haya que aplicar para ello.
En esos dos personajes se ve con claridad la relación histórica entre mafia y capitalismo, en la que el crimen organizado (antes la camorra) deja de ser, en momentos de crisis, una banda de asesinos y se convierte en una sociedad de eficaces y sangrientos empresarios.
Pero así como hace un siglo, al suprimir las leyes de la prohibición del alcohol, la mafia cedió su poder de corrupción y violencia, lo mismo podría pasar ahora con las bandas criminales que existen en todo el mundo si se regula la venta y consumo de drogas, principalmente en los mercados de mayor uso, como Estados Unidos.
Tarde o temprano ese será el camino y no la estrategia del gobierno mexicano, basada en la fuerza militar y policiaca.
Twitter: @GilOlmos
Fuente: Apro