Estados Unidos es el mayor productor de maíz en el mundo, pero la gran mayoría de los que producen el grano básico no son los principales beneficiarios de los 384 millones de toneladas que se cosechan anualmente, ni de la exportación anual a México de 17 millones de toneladas de este maíz con un valor de casi 5 mil millones de dólares, ya que las ganancias y el control se concentran en unas cuantas megaempresas trasnacionales que, en efecto, son los dueños del maíz en el mercado mundial.
“Solemos hablar de cosas como maíz en términos de maíz estadunidense o maíz mexicano. Nada de este maíz pertenece a México o Estados Unidos, pertenece a unas cuantas empresas”, comenta a La Jornada Dale Wiehoff, un granjero retirado quien ha estudiado la concentración empresarial agraria desde los 70. “Rara vez hablamos de Cargill u otras grandes empresas de granos. Hablamos de que granjeros estadunidenses se benefician (con el comercio), pero en los hechos ese no es el caso”.
La Asociación Nacional de Productores de Maíz (NCGA, por sus siglas en inglés), la organización de procesadores y varias de las agrupaciones agrarias más grandes de Estados Unidos, ha solicitado a su gobierno oponerse y disputar bajo el Tratado de Libre Comercio la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador para prohibir importaciones de maíz transgénico para consumo humano en México.
Angus Kelly, director de políticas públicas de la NCGA, explicó que el cultivo de maíz en Estados Unidos “es inherentemente algo riesgoso”. Indicó que los granjeros estadunidenses están presionados entre políticas de comercio exterior, los precios sobre sus insumos para cultivar maíz, entre otros factores, y aunque el precio de su producto suba, sus costos también.
El maíz es el cultivo comercial más grande en Estados Unidos, y los estados de Iowa, Illinois y Nebraska son las áreas de mayor producción. Pero varios granjeros entrevistados dicen que gran parte del riesgo económico en el cultivo de maíz cae sobre las espaldas de los granjeros, mientras las empresas gozan de la gran mayoría de los beneficios de este sector. En múltiples conversaciones a través de zonas rurales del medio oeste de Estados Unidos, granjeros repitieron que mientras ellos asumen los costos y riesgos del cultivo básico, megaempresas como Cargill, Bayer (ahora dueña de Monsanto), ChemChina, Cortiva y Limagrain son las que concentran las grandes ganancias de este sector.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) calcula que en 2022 había unos 90 millones de acres (poco más de 36 millones de hectáreas) en que se cultivó maíz en Estados Unidos.
Pero aunque el maíz es el cultivo comercial más grande, participan sólo unos 300 mil granjeros más unos 150 mil empleados a sueldo en ese sector. Así, sólo unas 450 mil personas de los 2.6 millones en total que trabajan en la agricultura en Estados Unidos se dedican al cultivo de maíz.
El número de acres dedicados al maíz se ha incrementado en más de 50 por ciento y el grano producido se ha duplicado entre 1983 y 2012 antes de que se estabilizara en una producción total anual de 350 toneladas métricas a lo largo de la última década, Según el Departamento de Agricultura, esta ampliación en el cultivo de maíz también ha resultado en la expansión de las granjas más grandes con más de 500 acres y una reducción en el número de pequeños productores.
El número de granjas con por lo menos un acre de maíz se ha desplomado de 450 mil 520 en 1997 a 304 mil 801 en 2017, según datos oficiales –una reducción que es parte de una tendencia de largo plazo en Estados Unidos–.
De hecho, el número total de granjas en Estados Unidos se ha reducido durante décadas, de un pico de 6.8 millones en 1935 a sólo poco más de 2 millones hoy día, según datos oficiales. La mayoría de éstas no generan ganancias: 89 por ciento de las granjas en Estados Unidos no producen suficiente dinero para ser autosostenibles. Las ganancias se generan casi exclusivamente en las granjas de gran escala, las cuales producen ingresos mayores a un millón de dólares al año –son sólo 3 por ciento del total de las granjas, pero generan casi 47 por ciento del valor total de la producción agraria en Estados Unidos.
Aunque hoy día el precio del maíz y otros productos agrarios es relativamente alto, gran parte de las ganancias de estos sectores se concentran en unas pocas empresas que controlan desde los insumos hasta la comercialización del producto. Los granjeros casi no tienen ningún control sobre el precio que reciben por lo que producen, explica Wiehoff. Platicando en su granja en el noroeste del estado de Wisconsin, subraya que “los granjeros están a merced de una industria muy monopolizada, dominada por unas cuantas empresas”.
John Hansen, presidente en Nebraska de la Unión Nacional de Granjeros, indica que “cuatro empresas controlan 85 por ciento del mercado de semillas de maíz. Cuatro controlan 84 por ciento del mercado global de herbicidas y pesticidas. Granjeros en los mercado de maíz y soya tienen que vender sus cultivos a las mismas cuatro empresas que controlan 82 por ciento del procesamiento de soya y 84 por ciento de la molienda de maíz”, explica Hansen.
“Si el precio se incrementa de 4 a 6 dólares el bushel (fanega o en términos de maíz poco más de 25 kilos), entonces las empresas de fertilizantes y semillas también incrementan sus precio de 2 a 4 dólares el bushel, pero frecuentemente las ganancias de los granjeros no se incrementan mucho”, explicó otro granjero de Iowa.
Hansen tiene una multitud de estadísticas a la mano: si un consumidor paga 4 dólares por una barra de pan, los granjeros podrían recibir 20 centavos de ese precio. Una caja de cereal de 18 onzas en el supermercado puede costar 3.49 dólares, pero el granjero sólo recibe 10 centavos. Los intermediarios son los que capturan la mayor parte de las ganancias.
Es por ello que Hansen y la Unión Nacional de Granjeros han estado promoviendo reformas de mercado en Estados Unidos, incluyendo desmantelar el poder de monopolio de estas grandes empresas que por ahora son las que controlan la producción y comercio de los granos básicos y otros productos agrarios tanto aquí como en México.
“El sistema actual podría estar funcionando perfecto para los grandes comercializadores de granos”, dice Hansen, “pero no está funcionando bien para la mayoría de la gente en México o Estados Unidos”.
Fuente: La Jornada