La fuga del Chapo Guzmán estuvo aceitada desde las instituciones del Estado. Una evidente cadena de omisiones o de plano complicidades le permitió al líder del Cártel de Sinaloa salir sin mayor problema del penal de alta seguridad El Altiplano. La investigación que realiza la PGR sobre el escape del capo – la cual Proceso pudo revisar– pone en evidencia, además, las contradicciones y falsedades en que han incurrido el secretario de Gobernación y el comisionado nacional de Seguridad, en el afán de minimizar la responsabilidad del Cisen y de la Policía Federal.
Por Anabel Hernández/ Proceso
El gobierno de Enrique Peña Nieto dio una versión de la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán Loera –quien presuntamente huyó del Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 1 El Altiplano por un túnel de 1.5 kilómetros, una de cuyas entradas estaba en el área de regadera de su celda–, pero no ha contado la historia completa.
Proceso pudo ver el expediente de la causa penal 48/2015, donde se asientan declaraciones, peritajes y constancias ministeriales, todo ello recabado por la Procuraduría General de la República (PGR). La información contradice gran parte de la versión del gobierno.
El documento revela complicidades, simulación y omisiones de diversas oficinas de la Secretaría de Gobernación (Segob) antes, durante y después de la fuga; y demuestra que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, dieron información irreal sobre las circunstancias de la huida.
Según los testimonios recabados por la PGR, desde principios de 2015 el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) tuvo información de que gente del Chapo estaba consiguiendo planos de Cefereso 1. Y sus agentes asignados al penal reportaron actividades atípicas del interno. Pero ninguna autoridad actuó.
El narcotraficante Teodoro García Simental, El Teo, quien ocupa una celda en el mismo módulo que El Chapo, declaró a la PGR que 15 días antes de la fuga se escuchaba un ruido excesivo, “como que estaban taladrando o perforando cemento”. Pero ninguna de las autoridades responsables de vigilar al líder del Cártel de Sinaloa reportó eso.
Aún más. De acuerdo con informes obtenidos por la PGR, el código rojo no fue emitido hasta las 21:35 horas –43 minutos después de que El Chapo dejó de ser visto en la cámara de vigilancia– por la directora jurídica del penal, Leonor García García, quien esa noche era la máxima responsable del Altiplano. Y no fue sino hasta las 22:04 horas cuando el Ejército acordonó las zonas aledañas a la cárcel, con lo cual el capo tuvo 72 minutos para salir y desaparecer.
El 12 de julio, un día después del escape, la PGR hizo un peritaje al video de la cámara que vigilaba a Guzmán en su celda; en el informe se asegura que la grabación tiene audio e imagen y que por lo menos desde las 20:45 horas se escuchaban los golpes de metal contra el concreto mientras El Chapo estaba acostado en su cama y durante el tiempo que dio vueltas por la celda, antes de escapar a las 20:52. En el boquete de entrada al túnel se encontraron un rotomartillo y un gato hidráulico.
El martes 14, en conferencia de prensa y por órdenes de Osorio Chong, Rubido presentó el mismo video, pero sin audio para omitir el sonido de los golpes. Aunque el capo aparece vestido y con zapatos para meterse a la regadera, el comisionado afirmó: “El comportamiento del interno el día de los hechos era, hasta ese momento, cotidiano, natural de un interno que pasa largas horas dentro de su celda”.
Daniel Aurioles, uno de los responsables del Cisen encargado de monitorear a Guzmán, declaró a la PGR que desde marzo o abril de 2014 se le colocó al “Chapo” el brazalete de geolocalización, pero al poco tiempo se rompió el extensible que debía sujetarlo. Valentín Cárdenas, director general del Altiplano, dijo a la PGR que el brazalete fue encontrado dentro de la regadera, a un costado del boquete. “Estaba abierto de la correa”, dijo. No estaba cortado ni había sido forzado.
Osorio Chong afirmó el lunes 13 de julio que el Altiplano cumplía con todos los estándares internacionales de un reclusorio de máxima seguridad. “Además de estas medidas, especialmente a Joaquín Guzmán Loera se le había colocado un brazalete preventivo para su localización dentro del penal”.
Para justificar que el capo hubiera escapado aun con el brazalete, el Secretario de Gobernación afirmó: “Lo deja en la parte superior, antes de bajar al túnel, ahí lo corta”. Ahora se sabe que tampoco esa información es verdadera.
La cadena de corrupción, omisiones y simulación tuvo su punto crítico cuando la noche de la fuga los funcionarios del Cisen, responsables directos de vigilar a Guzmán, lo perdieron de vista durante alrededor de media hora y no alertaron a ningún funcionario del penal ni a sus superiores. Y cuando lo hicieron, sus jefes les dijeron que estuvieran tranquilos y sólo escribieran sus reportes.
CISEN Y PF, ACTORES PRINCIPALES
De acuerdo con la investigación de la PGR, Guzmán era vigilado por al menos 10 funcionarios dentro del penal, quienes tenían acceso a lo registrado por las cámaras de seguridad colocadas en la celda del “Chapo” (la número 20), en el área de locutorios y en las de visita familiar y visita íntima, donde él recibía a su esposa, Emma Coronel.
Dos funcionarios vigilaban al capo desde el Centro de Control (dependiente de la División de Inteligencia de la Policía Federal, cuyo jefe era entonces Ramón Pequeño), comandado por Vicente Flores Hernández.
Uno lo vigilaba desde la “estación 8”, donde se monitoreaban las 20 estancias de Tratamientos Especiales. Otro, desde la “estación 13”, donde se checaba a los “objetivos prioritarios”: “El Chapo”, en la celda 20; Héctor Beltrán Leyva, “El H”, en la 2; Servando Gómez, “La Tuta”, en la 4; Omar Treviño Morales, “El Z-42”, en la 10; y Miguel Ángel Treviño Morales, “El Z-40”, quien en ese momento estaba en el Centro de Observación y Clasificación, pese a su alta peligrosidad.
Esa noche los policías federales responsables del monitoreo eran Luis Alberto Aguilar y Emmanuel Galicia Conchillos.
En marzo de 2014 se acondicionó en el Departamento de Informática del penal un centro de monitoreo exclusivo del Cisen. El jefe de este centro era en esa época José Luis Licona Cabrera; el subjefe, Javier Aguilar González; los agentes eran Juan Carlos Sánchez García, Daniel Aurioles Tavares, Carlos Tello, José Antonio Yépez y dos personas más a quienes sólo se identifica como Víctor y Andrés.
Según la inspección de la PGR realizada un día después de la fuga, había dos equipos y dos pantallas para monitorear y grabar en video y audio todas las actividades del locutorio 12, asignado a Guzmán para la visita de sus abogados, la sala de visitas familiares y hasta el área de visita íntima, cuya imagen estaba bloqueada. Su trabajo era “vigilar, monitorear y reportar cualquier eventualidad” relacionada con “El Chapo”. Y debían enviar reportes a sus superiores cada dos horas.
De acuerdo con la declaración de Aurioles, el jefe directo de ese equipo en el Cisen era José Luis Colín Elías, director de Seguridad Institucional, quien depende directamente de Gerardo García Benavente, coordinador general de Contrainteligencia, colocado en ese puesto por el subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda.
La noche de la fuga, Miranda era la máxima autoridad en la Segob, pues Osorio Chong viajaba a París con Peña Nieto.
“… Se nos instruyó que en caso de una emergencia (respecto al ‘Chapo’) se tendría que hablar inmediatamente a una lista de teléfonos de Gobernación, lista que se encontraba en la oficina, pero no contábamos con un protocolo de actuación como tal; así también se nos prohibió tener relación con personal del penal”, declaró el agente Aurioles.
LOS PLANOS
Explicó a la PGR que en marzo o abril de este año, Aguilar González había comentado que “gente del ‘Chapo’ andaba consiguiendo los planos del penal (…) pero no lo cuestionamos respecto de la procedencia del rumor, ya que nos pareció algo sarcástico; pero aun así, fue debidamente informado a nuestros directivos”.
Señaló que cuando se iniciaron las obras de la Comisión Nacional del Agua afuera del penal, les dijeron que debían poner más atención. “Para esto realizamos una contravigilancia; es decir, enfocamos más atención al exterior o de personas extrañas alrededor del penal”.
Agregó en su declaración que desde ocho o nueve días antes del escape, el líder del Cártel de Sinaloa comenzó a ejercitarse más de lo habitual: “Caminaba en el interior de la celda como una hora aproximadamente, ejercitaba sus brazos con botellas de agua y realizaba sentadillas agarrado de la reja. Pero todos coincidíamos que era por los días de su visita íntima”.
Al momento de la fuga, los responsables de la vigilancia del “Chapo”, por parte del Cisen, eran Sánchez García y Aurioles. Sus declaraciones son contradictorias, aunque hicieron el monitoreo juntos.
El primero declaró que mientras monitoreaban la celda de Guzmán, a las 20:48 horas la imagen se congeló y la pantalla se puso en blanco cerca de 30 minutos, pero que no reportaron el incidente ni a personal del penal ni a sus superiores. Señaló que cuando la imagen regresó, a las 21:18, el capo ya no se veía en su celda. Según él, intentó llamar al Centro de Control del penal a las 20:55, pero nadie le contestó; la segunda llamada la hizo a las 21:15 y supuestamente tampoco obtuvo respuesta.
“No se le da aviso a mi superior en el momento en que ocurrió la falla en el sistema, porque la prioridad era tenerlo a la vista, por eso se le trató de dar aviso al Centro de Control, sin obtener respuesta, y nosotros en el parte de novedades que se hace cada dos horas, se pretendía dar aviso a nuestros superiores de lo ocurrido”, dijo. No llamó a sus superiores del Cisen hasta pasadas las 21:20 horas, después de haber sido notificado por Flores Hernández de que había un boquete en la celda del “Chapo”.
Primero le reportó el incidente a Fernando Villeda, su superior inmediato.
—Tenemos problemas, se fue por hoyo (sic) de la regadera— le dijo Sánchez García, según su testimonio. Después le dio la noticia a Colín Elías.
—¿Qué pasó, Juan Carlos? —preguntó Colín.
—Se fue por hoyo (sic) de la regadera —respondió literalmente el agente del Cisen.
—Ya di aviso a los superiores, tranquilos —dijo Colín y sólo le ordenó que fuera haciendo un reporte de las novedades que ocurrieran.
HISTORIA DISTINTA
En su declaración, Aurioles contó una historia distinta. Dijo que a las 20:48 horas, cuando Guzmán estaba acostado en la cama de la celda viendo televisión, falló el monitor. Se congeló la imagen sólo dos minutos y que cuando regresó, ya no vieron al interno en la celda. Pero según el video revisado por la PGR, “El Chapo” desaparece a las 20:52. Dice que llamaron al Centro de Control, pero nadie respondió y que no llamaron a los números que tenían para reportar emergencias.
“Siendo que no fue intencional el descuido de no haber avisado inmediatamente, ya que teníamos que corroborar tal situación de emergencia, ya que no teníamos la certeza de que se había fugado, por lo que dejamos pasar todo este tiempo y es hasta las 21 horas con 20 minutos aproximadamente cuando damos aviso”, señaló y agregó desconocer “por qué Juan Carlos no habló a los teléfonos que nos habían instruido… yo le recomendé a Juan Carlos que teníamos que hablar a los teléfonos de Gobernación que nos habían dejado en caso de emergencia, por lo que Juan Carlos decidió actuar de la manera en la que lo hizo”.
Respecto al personal de la Policía Federal (PF) que monitoreó esa noche a Guzmán, Miguel Ángel Flores Mirafuentes, del Centro de Control, declaró a la PGR que desde las 20:53 horas su compañero Galicia Cuchillos notó en el monitor la ausencia del “Chapo”, pero llamó a los custodios para que fueran a revisar la celda, aunque nadie respondió.
No fueron personalmente ellos a la celda, argumentó, porque supuestamente el Centro de Control estaba muy lejos. Pero el policía federal Herminio González Albarrán, también adscrito al área de monitoreo, declaró que la distancia de la celda al Centro de Control se recorre apenas en tres minutos.
Vicente Flores Hernández, jefe del Centro de Control, estaba en su oficina pero tampoco se movió de ahí. Fue a las 21:20 horas cuando, de acuerdo con los videos del penal, llegó el primer custodio a la celda.
Ninguno de los funcionarios de la PF o del Cisen reconoció ante la PGR haber escuchado ruidos esa noche, pese a las evidencias de audio de los golpes de objetos de metal contra el concreto. Y ninguno reconoció los privilegios de los cuales gozaba Guzmán en la prisión.
TRES CUARTOS DE HORA DESPUÉS
Leonor García García, directora jurídica de El Altiplano, era la “funcionaria de guardia” la noche de la fuga. Ese día era la autoridad máxima del penal, pues los dos principales directivos del mismo, Valentín Cárdenas y el director técnico, Librado Carmona, tenían descanso.
García García entregó a la PGR un parte informativo firmado el 12 de julio, donde afirmó que no fue sino hasta las 21:35 horas cuando ella fue notificada por Flores Hernández de que el personal que monitoreaba a R-5 —clave asignada a Guzmán— no lo veía en su celda y que la última vez que lo vieron “fue cuando éste se dirigió al baño y se agachó”.
“En ese mismo instante la suscrita comunica vía telefónica al comandante Vicente Flores Hernández, encargado del Centro de Control con el director general (Valentín Cárdenas), informándole en ese momento que no logran ver por las cámaras al interno Guzmán Loera. Por lo que siendo aproximadamente las 21:35 horas, en coordinación con el comandante de Seguridad se establece el código rojo en todo el penal y el lugar específico del evento, además de asegurar a la población interna”, indica en su informe.
Sólo a partir de ese momento, explicó la funcionaria, se suspendió toda entrada y salida de personas y el Centro de Control realizó un pase de lista extraordinario. Afirmó que no fue hasta las 21:40 horas cuando a ella le confirmaron que Guzmán no estaba en la celda y que en la regadera había un agujero en el piso, y que policías federales entraron por éste.
Según su informe, fue a las 21:45 horas cuando se estableció comunicación con el Octavo Regimiento Militar, ubicado muy cerca del penal. “Por lo que a las 22:04 horas se comunica al centro federal el general Sigüenza (David Enrique Velarde Sigüenza), al cual se le solicita que acordone el área”, dijo la directora jurídica.
Juan Carlos Ortiz Calderón, director de Seguridad de El Altiplano, escribió la nota informativa DS/1421/2015, fechada el 12 de julio.
“Aproximadamente a las 21:25 horas, vía radio, el Centro de Control me reporta que por la cámara que vigilan a R-5 no lo veían por la cámara, por lo que de manera inmediata, vía radio, le llamó al comandante Roberto Cruz Bernal, comandante de la Primera Compañía (de los custodios del penal), la cual estaba de guardia ese día, que acudiera súper rápido a verificar eso”.
Asimismo, la nota informativa señala que instruyó al comandante Elmer Martínez Hernández, quien era responsable del Área de Seguridad y Guarda, que alertaran a las torres para que con sus faros buscaran en las zonas restringidas y el área de Tratamientos Especiales, donde estaba el reo fugado. Afirmó que fueron siete los funcionarios que entraron al túnel, entre policías federales y custodios, y no se comunicaron hasta una hora y media después, supuestamente tras haber salido del otro lado del túnel, en una casa en obra negra en medio del campo.
Ortiz Calderón declaró que él se trasladó a la casucha, donde no observaron mayor movimiento. “Aun así, se continuaban con los rondines tanto adentro como afuera de la institución, y se observaba un helicóptero sobrevolar en las cercanías del Cefereso”, pero no especificó si el aparato era particular o de las autoridades.
Fuente: Reportaje que publica la revista Proceso 2022, ya en circulación