La gira del presidente Andrés Manuel López Obrador en la extensa región semidesértica del centro-norte del país, develó, aún más, la emergencia que se adviene sobre gran parte del país: la escasez de agua por la pésima cultura de cuidado que se tiene de ella, y el abuso de las grandes corporaciones productoras de alimentos que disponen del líquido sin medida.
Advirtió que si no cambia el modelo de uso de ésta, habrá de tomar decisiones: “Pero todo tiene un límite. Si se quiere arrasar, si se quiere destruir la naturaleza nada más por la codicia, vamos a tomar decisiones y vamos a poner orden”.
En el área protegida de flora y fauna de Cuatro Ciénegas, sobre el valle del mismo nombre se levantan cuatro ruinosas paredes centenarias, donde a mediados del siglo XIX el abuelo de Venustiano Carranza, Jesús Carranza, refugió al general Mariano Escobedo, quien fue perseguido por las fuerzas que respaldaban la invasión francesa.
En el lugar brota una ciénega extraordinaria que humedece una proporción pequeña del semidesierto del profundo valle. El perenne oasis, que perteneció originalmente a Jesús Carranza, ahora está en manos de la familia González (herederos en quinta generación de aquel).
Ahí, donde el agua brota a borbotones, y la tierra caliza es incapaz de producir alimentos a pesar de la riqueza extraordinaria de bacterias que arrastra el líquido, el mandatario puso un punto y seguido a la historia de derroche y simulación, tejida en torno a los “derechos” sobre el suministro.
“Tenemos que convencer, que persuadir a todos, de cuidar el agua, de conservar el agua, de manejar, racionalmente el agua, tiene que ser una labor de concientización. y nosotros, ayudar para que se dé ese propósito. Sin esa idea de conservar el agua, de cuidar la vida, entonces tendríamos que tomar decisiones.”
La degeneración que implica la apropiación del agua en México y la pobre educación para cuidarle en todos los sectores de la sociedad, sobrevino del sistema político-económico neoliberal, apuntó el tabasqueño: “Se apostó nada más, al crecimiento a crecer por crecer, y no se cuidó el ambiente, ni se preocupó de la situación del pueblo.
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Ese modelo ya ha demostrado su rotundo fracaso, porque destruye el territorio de la naturaleza y lo único que causa es más desigualdad, más confrontación, más resentimientos. más violencia, no es un proyecto para la paz y para la tranquilidad.”
La ciénegas son un sitio donde se puede rastrear la paradoja del confín del origen del hombre. Sus aguas son -quizás- las más puras del mundo. Y precisamente ante esta extraordinaria fuente de líquido, López Obrador reclamó el desequilibrio que se ha generado por la producción de productos como la leche y la cerveza. Ambos son agua, y hasta se licencia de bromear con la tunda que en redes recibió el panista Ricardo Anaya, que sugirió que el exceso en el consumo de caguamas (litro) de cervezas, absorbe los presupuestos familiares, en lugar de atender las necesidades básicas de las familias, y con sorna repuso: “tiene razón (Ricardo) Anaya.”
Y al retomar el fondo de su reproche advirtió que ahora la premisa es producir sin destruir.
“Que también se tome en cuenta que son recursos naturales. Que no son sólo nuestros de nuestra generación, nosotros somos guardianes y tenemos que entregar buenas cuentas a las nuevas generaciones. La verdad es que no estabas así el país, cuando lo recibimos de nuestros padres, no había ni la contaminación que hay ahora, que no había la inseguridad y la violencia.
“Tenemos que convencer de que en el norte ya no se puede crecer, con el uso excesivo del agua. ¿Cómo poner cerveceras en el norte. Y es lo mismo en el caso de la producción de leche en La Laguna. No se trata de que se deje de producir la leche, sino ya no seguir ampliando la áreas de cultivo de alfalfa, porque significan más agua para producir leche. Y la cerveza bueno, este así lo recomienda, Ricardo Anaya de que ya, no se tome caguamas.”
Y entre los sofismas terribles enunció el promovido por los llamados neoliberales modernos: “De que no hace falta el Estado, no hace falta la planeación, que todo hay que dejarlo al mercado. Es producir a costa de lo que sea. El Estado tiene que jugar un papel en la planeación, para ordenar el desarrollo”, adujo.
Fuente: La Jornada