Por Esther Miguel Trula
Mamen los alfas: acaba de llegar un nuevo gallo al corral.
Hablamos del “hombre sigma”, alguien que está, al tiempo, al mismo nivel que el tradicional líder de las manadas masculinas pero alejado de la propia trampa de las “jerarquías de la dominancia sexual”. ¿Hombre sigma? Según distintos análisis de contenido web, se trata de un término que, si bien existe desde 2010 cuando el reaccionario masculinista Vox Day escribió sobre ello por primera vez, ha ganado tracción en la web en los últimos dos años gracias a los fotos de la “manosfera” y el algoritmo de YouTube.
Si para imaginarte lo que es el “hombre alfa” te basta pensar en el “cabecilla” de los quarterbacks del equipo de fútbol o en su versión serial en un Don Draper dominante que atrae a las mujeres y a hombres por igual (las primeras desean que las posea, los segundos quieren parecerse a él), el sigma es el héroe de nuestros tiempos tardocapitalistas. Algo así como John Wick, o casi cualquier antihéroe cinematográfico atractivo pero alérgico a la autoridad. O un Jezz Bezos, capaz de conquistar el mundo saliendo de una ratonera y triunfando en el plano sexual pese a ser calvo.
Es el “lobo solitario”, alguien con cualidades de liderazgo, una fuerte autoconfianza y baja tolerancia a muchas convenciones sociales. Es brillante, de moral gris, capaz de lo peor o lo mejor, pero sólo movido por sus apetencias personales.
Puede que algunos confundan su carácter reservado con debilidad, pero esto es sólo un error del interlocutor. Y eso sí, tan importante como todo lo demás: es también un imán sexual. Ligará tanto como él quiera. Insistimos, es más que un “beta”, sería tan poderoso como un “alfa” si él quisiera, es sólo que está muy por encima de estas jerarquías absurdas (los autores de estos manifiestos no parecen ser demasiado conscientes de la contradicción de que exista un arquetipo antisistema perfectamente definido y que se incluye dentro de esa estructura).
¿Y sabes lo mejor de todo? Que no es un mero atributo estanco, sino que podrías intentar tender a ello. Ahora puedes “convertirte en un hombre sigma, el tipo de hombre más raro de todos. […] pero por favor, antes de que continuemos con esta descripción, déjame que te hable de nuestro nuevo curso 30 Días con Alpha, que incluye entre otras recompensas tres retos que transformarán por completo tu vida”.
En un comentario a este vídeo, un hombre dice: “Imagina sentirte atacado por gente que se inventa géneros pero que no te cause ningún problema tragarte vídeos como este”. Otro: “Esto es como si Freud hubiese fumado crack y hubiese descubierto la astrología”.
El macho alfa, el hombre blandengue y cómo hemos llegado hasta aquí
Si bien las mujeres llevan décadas consumiendo literatura pseudocientífica sobre sus cuerpos y la erótica en revistas femeninas, los hombres tampoco han sido menos. Curiosamente, mientras para las primeras estos textos han ido perdiendo relevancia vía el declive de las publicaciones kiosqueras (hay quien diría que el chamanismo y la maternidad han suplido este hueco), para el caso de los segundos estas narrativas no han parado de crecer, sobre todo en los foros digitales, donde muchos hombres encuentran consuelo. La patraña masculina tiene, además, muy poca inventiva y se manifiesta bajo un único registro: la jerarquización animal.
El origen de los “hombres alfa” es doble y en ambos casos parte de malinterpretaciones biológicas largamente refutadas. Los primeros estudios sobre manadas de lobos, que son los que hablaron de “lobos alfa”, se hicieron en los años 40 y se actualizaron en los 70, y en ambos casos se adujo que el comportamiento de comunidades en cautividad eran iguales que las de los animales silvestres, cuando no es así. Aunque los lobos sí expresan dominancia entre sí en determinados contextos, su vida social es compleja y la mayor parte del tiempo son cooperativos y se forman por familias gobernadas por un macho y una hembra.
Las supuestas jerarquías de competencia, donde hay un alfa, un beta y hasta un omega, no existen y desde 1999 los estudios ya no tienen en cuenta estas premisas. Si quieres profundizar, este post está muy bien.
La segunda proviene de estudios etológicos sobre la vida de los primates y su extensión a los comportamientos humanos, como si fuesen lo mismo. El concepto de “macho alfa” en el reino animal no empezó a aparecer hasta bien avanzados los años 1950, hasta entonces los biólogos ni siquiera habían tenido en cuenta esta posibilidad. La fascinación por los chimpancés alfa y los gorilas de espalda plateada, físicamente imponentes y que despliegan grandes gestos de dominancia social, se transformaron en la publicación de Chimpanzee Politics: Power and Sex Among Apes del primatólogo holandés Frans de Waal en 1982, un libro que empezó a circular en el mundillo periodístico en su época equiparando lo visto por de Waal a las conductas en las oficinas.
Para mediados de los 90 el “macho alfa” ya era un término coloquial para revistas de tendencias. La revista Time se preguntaba en portada en 1999 “¿Puede Gore convertirse en alfa?”.
El popularísimo libro El Método de 2005 de Neil Strauss hizo un remix lupuprimativo de todo esto y aplicó a su “seducción científica” estos preceptos. De ahí se catapultaron a mundo del contenido de ligoteo (el ejemplo español es Álvaro Reyes, pero fueron muchísimos los mercachifles de autoconfianza masculina que se apuntaron a la moda en todo el planeta), después llegó la neuroprogramación lingüística… Y todo acabó, cómo no, en los grupos de autoayuda para hombres que es la manosfera, donde se ha ido, poco a poco, mezclando conceptos que sí tienen bases científicas reales en la psicología evolutiva junto con falacias para fabricar un discurso supersticioso que sirve de contención reaccionaria contra la desmantelación que están viviendo los roles de género.
Casi tan curioso como esto es que esos mismos alegatos biologicistas que defienden provoca en muchos de ellos un profundo malestar que les conduce al fatalismo. Dado que no tengo la estructura ósea de un “alfa”, nunca voy a tener éxito en la sociedad. Así que, voilá, para la supervivencia identitaria de estos bueno es el arquetipo del hombre sigma.
Fuente: Xataka.com