Por Bernardo Bátiz V.
Insensibles, lejanos, ignorantes de la vida y de los problemas de la gente, los integrantes de la llamada clase política están acorralando al pueblo; lo hacen a través de sus leyes mal traducidas del inglés, de sus políticas económicas aprendidas en universidades estadunidenses y también por medio de sus ocurrencias y frivolidades; ignoran historia, teoría política, conceptos básicos de la democracia y gobiernan para unos cuantos principios que aceptan en forma dogmática y se niegan a discutir.
Pongo tres ejemplos de estas políticas públicas, como ellos las llaman, que sin duda son nocivas para la mayoría de la gente y acumulan presión que busca salidas.
En primer lugar, las facturas electrónicas que tendrán que usar para cobrar sus exiguos ingresos, todos, desde los grandes empresarios y profesionistas hasta la más humilde viuda que cobra una pequeña renta, la fonda de la esquina, el zapatero, el plomero, el cerrajero y todos los pequeños operarios y artesanos que quieran ustedes agregar a la lista.
Se acabó el régimen que facilitaba el pago de impuestos a los pequeños causantes y ahora, esa burocracia lejana e insensible, hace tabla rasa y pone a todos a lidiar con la tecnología de la computadora, con la página del SAT nunca disponible y a la que sólo unos cuantos pueden entrar y con empresas que cobrarán por emitir las facturas electrónicas. He escuchado, hablando con conocidos y ajenos, que muchos pequeños negocios no podrán soportar la presión. Imagínense ustedes a los dueños de un tinacal en Tlaxcala, a un tejedor de palma en la Mixteca o a los talladores de ixtle del altiplano enviando sus facturas porarroba.com.
Otra muestra de que legisladores y funcionarios viven en otro mundo, se manifiesta en el límite que pusieron para el pago de cheques en efectivo, 5 mil pesos; muchos empleados, trabajadores de fábricas, de grandes tiendas y de los mismos bancos, reciben sus sueldos en cuentas de las que tienen que disponer para sobrevivir, a partir de este mes, para cobrar su propio dinero tendrán que hacerlo de a poco en poco, porque la regla les limita disponer de su dinero y deben dejarlo a los bancos, que, como cada vez se ve más claro, envían sus grandes utilidades a sus matrices en el extranjero, no siguen ya la vieja regla de que el cliente tiene la razón y hacen todo lo posible por dificultar la disposición de los fondos de sus depositantes.
Los aguerridos y lúcidos maestros de la CNTE –tercer ejemplo– han tratado de poner en el debate público otra de las ocurrencias de los servidores del sistema, sin lograrlo plenamente, porque los medios sólo destacan las molestias urbanas, pero nunca se han referido a las causas de su rebeldía; la ocurrencia es establecer un sistema de control, calificación y verificación de resultados en el sistema educativo, alejado de la realidad e injusto en manos de personas que ni conocen las escuelas de su rumbo, mucho menos las que quieren calificar en cualquier rincón alejado de la República.
Un político de antaño decía, hablando de política: No te metas nunca en un callejón sin salida, pero mucho menos metas a tu enemigo; sí alguien se encuentra acorralado, si se le cierran los caminos y las salidas, hará hasta lo indecible por salvar su situación. Eso es lo que no ven estos políticos, que venden lo que no es de ellos, que no tienen conciencia del riesgo que se corren de México, metiéndolo al pueblo en un callejón sin salida.
El ejemplo y modelo a escala de esta política lo vemos en esa amenazante y violenta fórmula de la policía capitalina que han llamado encapsulamiento; la fuerza del orden de la ciudad quién sabe de dónde sacó esta fórmula y práctica que usan a discreción, para inmovilizar a ciudadanos desarmados y pacíficos; que yo sepa no la han usado con los violentos, sino con quienes se manifiestan en son de paz. Consiste en que los policías forman un cerco con sus escudos, sus propias personas armadas de punta en blanco, como decían los guerreros medievales, con armas ofensivas y defensivas y acorralan a un grupo de ciudadanos impidiéndoles la movilidad a que tienen derecho y la posibilidad de expresar su descontento, sus opiniones o sus críticas.
Parece que el acorralamiento a gran escala, lo mismo en actividades políticas que sociales o económicas, tiene a pequeña escala, en plazas o calles, su réplica y a la vez su herramienta: el encapsulamiento. Nos encapsulan en política, nos encapsulan fiscalmente, nos encapsulan en lo social y en lo económico y ahora en las calles, pero deben recordar que la inteligencia, la expresión de las ideas, el deseo de cambio, el espíritu solidario, no pueden detenerse o encerrarse tan fácilmente; ahora hay un “ pos me salto” por el alza del Metro; mañana puede haber un “pos me salto” de los escudos de los granaderos o de las legislaciones que atentan contra los intereses, la economía y la felicidad de la gente.
Fuente: La Jornada