A merced de los persuasores: cómo nos manipulan los gobiernos

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Unos meses después de que Saddam Hussein invadiera de Kuwait en 1990, la opinión pública estadounidense estaba dividida, y se inclinaba más hacia la no intervención.

El presidente George Bush había fijado un plazo límite para que el ejército de Irak se retirara del suelo kuwaití, y ya estaba en conteo regresivo.

Fue entonces que una fotogénica niña de 15 años llamada Nayira se presentó frente a un grupo de congresistas y dio un vívido testimonio de la brutalidad de las tropas iraquíes.

Nayira lloró e hizo llorar con sus palabras a los asistentes.

Uno de los más escalofriantes detalles en su relato tenía lugar en uno de los hospitales kuwaitíes donde estaba de voluntaria y -aseguró- fue testigo de cómo “los soldados sacaron a los bebés prematuros de las incubadoras, se llevaron las incubadoras y dejaron a los bebés muriéndose tirados en el frío piso”.

“Lo puedes encontrar en Google”, le dijo a BBC Mundo James Garvey, autor de “The Persuaders: The hidden industry that wants to change your mind” (Los persuasores: La industria oculta que quiere cambiar tu opinión).

“Dura unos 3 minutos y todavía es un testimonio poderoso“.

Sus palabras reverberaron en los medios internacionales y esa historia fue repetida varias veces por los senadores, incluso el día del voto que decidió que EE.UU. estaba en guerra.

La misteriosa Nayira

“El resultado de la votación fue estrecho -una diferencia de unos cinco votos- y esa historia probablemente contribuyó a inclinar la balanza a favor de la guerra”.

Se le conoce con varios nombres, entre ellos: Guerra del Golfo Pérsico y Operación Tormenta del Desierto, mientras que Hussein la llamó Madre de todas las batallas.

Fue después que se supo que la misteriosa y elocuente joven era realmente la hija del embajador de Kuwait en Washington, que nunca había estado en el mentado hospital, que su discurso había sido redactado por un turbio grupo de cabildeo vinculado a la monarquía kuwaití y que la historia de las incubadoras no estaba basada en hechos.

“Siempre es importante ser cuidadoso y tratar de no sonar como un teórico de la conspiración, ¡pero en este caso realmente hubo una conspiración!”.

A pesar de que todo esto salió a la luz, ya no importaba.

“Era demasiado tarde. Este tipo de cosas sólo tienen que ser efectivas por un período de tiempo específico”.

“Y a menudo, incluso si sabemos quién fue responsable, es difícil identificar el crimen cometido. Eran mentiras, pero los políticos después dijeron que eso no quería decir que hubiera sido incorrecto intervenir, aunque quizás parte de la información que tenían fuera errada”.

Los que nos representan

¿Migrantes? ¿Refugiados económicos? ¿Sin papeles? ¿Trabajadores indocumentados?

“En un mundo perfecto, nos imaginamos a los gobernantes exponiendo los hechos y diciéndonos qué piensan, y luego, basándose en nuestra respuesta, actuando”, señala Garvey.

“Lo que generalmente pasa es que los gobiernos hacen lo que les parece y luego urden el consentimiento de la gente, en algunos casos manipulando el lenguaje para que sus decisiones suenen más aceptables”.

En otros casos, como el ejemplo de la guerra contra Irak, afectando la percepción de un país entero posicionando ideas específicas, valiéndose de técnicas de publicidad.

Y hay firmas de relaciones públicas dirigiendo el espectáculo, apunta el autor, quien además es el editor de The Philosophers’ Magazine.

No tan sinónimos

El de Nayira es uno de los ejemplos más notorios de manipulación de opinión pública pero, nos dice Garvey, no es aislado.

“Una de las cosas más comunes pero que me siguen sorprendiendo, por su gran poder, es “framing“, que es la idea de que ciertas palabras pueden enfatizar un aspecto particular de un concepto. Ese énfasis da paso a líneas específicas de pensamiento”.

“Piensa en palabras como: refugiado o migrante. Cada una evoca una imagen distinta en tu imaginación.

“El primero, está huyendo de un peligro, probablemente una guerra, y hay que tenderle la mano. El segundo llegó probablemente en busca de una mejor situación económica”.

“En EE.UU. hay una diferencia entre un indocumentado y un inmigrante ilegal“.

“Ningún humano es ilegal”, dice este cartel que lleva una manifestante en EE.UU.

Usando las palabras más convenientes, los gobiernos pueden dirigir a la gente en una dirección particular.

Garvey citó un estudio del US General Social Survey en el que le pidieron a la gente que evaluara el gasto en diferentes sectores de la Economía. Pero iban cambiando las palabras.

“Por ejemplo, algo así como el 20% pensaba que se gastaba muy poco enasistencia social. Pero si lo cambiaban a “asistencia a los pobres“, ese porcentaje aumentó a cerca del 60%“.

Bestias y guerras

Uno de los ejemplos con los que varios países de Latinoamérica están muy familiarizados es con la guerra contra las drogas.

Podría haber sido una campaña contra las drogas o un tratamiento para el problema de las drogas.

Si es una guerra, se involucra al ejército; si es un tratamiento, se acude a civiles experimentados.

“Eso me hace recordar otro estudio interesante en el que a un grupo le describieron el crimen en la ciudad como una bestia y al otro le dijeron que el crimen es como un virus infectando a la ciudad”.

“Los que escucharon la metáfora de la bestia, inmediatamente pensaron que la solución era la aplicación de la ley y cárceles; a los que se los presentaron como un virus, sugirieron reformas sociales”.

“Así, si se declara una guerra contra las drogas, eso te da la posibilidad de hacer todo tipo de cosas: es una guerra. Pero uno no hace estallar cosas si está haciendo un ‘tratamiento'”.

Qué se puede hacer

¿Prestarles atención o dejar de escucharlos?

“Yo creo que cuando se trata de la manipulación del gobierno, entre más consciente esté uno de lo que está sucediendo, más fácil es resistirlo”.

“Cuando yo escucho a un político, no lo tomo muy en serio, porque sospecho que un relacionista público lo instruyó a decir cosas como ‘elecciones justas y libres’ o ‘libertad’ o lo que vaya a provocar en los que lo oyen la reacción deseada”.

O, sabiendo todo esto, uno puede escuchar a los políticos y leer entre líneas.

“Es cierto. Si lo puedes ver como realmente es, puedes preguntarte ‘por qué está diciendo eso, por qué de esa manera’ y tener una idea de qué le preocupa”.

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