En medio de la severa crisis europea, la Merkel hará regalos electorales por valor de 30 mil millones de euros
Por Rafael Poch
Una campaña de imagen en Europa, con medidas simbólicas, y apenas financiadas, contra el paro y una reconstrucción más aparente que real del maltrecho eje franco-alemán, y regalos electorales para los alemanes por valor de 30.000 millones para lubricar su campaña electoral. Tal es, por ahora, la táctica de la canciller Angela Merkel para afianzar en septiembre su segura reelección a un tercer mandato al frente de Alemania.
En total serán 28.500 millones de euros, informaba ayer la prensa alemana, una lluvia de dinero para cubrir algunos agujeros del Estado social alemán, aún robusto pese a los recortes realizados hasta 2005. Una parte, 7.500 millones, se destinará a aumentar las ayudas a las familias con hijos. Otros 12.500 millones se gastarán en un nuevo compromiso que Merkel asumirá en su campaña: aumentar y mejorar las jubilaciones para las madres de familia, así como las retribuciones de las pensiones por los años dedicados a la capacitación laboral.
Las cifras las baraja el diario económico Handelsblatt, que cita como fuente las conversaciones preliminares sobre la campaña que Merkel ha mantenido últimamente con su equipo. Además, se prevén diversas inversiones en infraestructuras por valor de mil millones de euros.
De nuevo aparece la paradoja de que los recortes pregonados por Merkel de puertas afuera no se corresponde con lo que la canciller practica en su país. Merkel no ha recortado casi nada. El trabajo se lo hicieron sus adversarios socialdemócratas y verdes cuando estuvieron en el Gobierno, entre 1998 y 2005. Ella vive de rentas y de lo único que se preocupa es de que se cobren las ingentes cantidades de dinero que el sistema financiero alemán tiene en riesgo en países como España, Irlanda, Grecia, Portugal y otros.
Ese dinero en riesgo incluye a los fondos de pensiones y seguros sociales que los ahorradores alemanes colocaron en su día en las alegres fantasías inmobiliarias españolas, irlandesas o estadounidenses, por lo que la prioridad de cobrar, aunque sea a costa de la asfixia de las clases medias y bajas de los socios europeos, representa la base de la estabilidad del sistema financiero alemán.
Si todo eso está más o menos claro, pese a la enorme opacidad que Alemania mantiene sobre las cuentas de sus bancos, la gran pregunta es qué pasará después de las elecciones. Pese a su fama de inflexible, Merkel ha cedido en diversas ocasiones. Tarde y mal, con Grecia, con la “garantía ilimitada” del BCE, etcétera, pero ha cedido. ¿Sucederá algo más radical, a la medida de la creciente degradación europea, después de que la canciller se afiance por otros cinco años en el poder?
El año pasado “los cinco sabios”, el consejo económico que asesora al Gobierno, defendió incluso la posibilidad de mutualizar las deudas cuando estas superen el 60% del PIB del país en cuestión. Lo que es obvio es que en su estado actual las deudas no se pueden pagar –no disminuyen, sino que aumentan– y que el nivel de paro, en países como España, está destrozando todas las instituciones nacionales y comprometiendo todo propósito de estabilidad social y política.
Sea como sea, la pregunta sobre un cambio de actitud en Alemania va a acompañar la crónica de los próximos meses. Para que se produzca será necesario no sólo un cambio de estrategia sino también una decisión enérgica de la canciller, que en el 2011 ya dio un giro de 180 grados en materia nuclear tras el accidente de Fukushima, dicen los optimistas.
Mientras, uno de los principales secretarios de Merkel, su ministro de Estado para la Cancillería, Eckart von Klaeden, ha causado sensación por firmar el contrato de su próximo trabajo: será el jefe lobbista del gigante del automóvil, Daimler-Benz (Mercedes). Von Klaeden, de 47 años, pasará a ser director de política y relaciones exteriores del consorcio automovilístico. A los críticos que le exigen que deje el Gobierno de inmediato, Von Klaeden les responde que quiere “concluir ordenadamente su trabajo”.
“¿Puede un secretario de Estado concluir ordenadamente su trabajo cuando ha sido fichado por un consorcio como jefe lobbista frente al Gobierno al que se debe?”, se pregunta el analista Wolfgang Lieb. El Gobierno alemán tiene una larga tradición de favorecer a la industria del automóvil, un gran poder nacional.
“Los ciudadanos no deberían tener la impresión de que Daimler-Benz tiene un puesto en el consejo de ministros”, dice el portavoz parlamentario del SPD Thomas Oppermann, que pide la salida de Von Klaeden del Gobierno. Lo mismo opina Jochen Bäume, de la presidencia de la organización anticorrupción Transparency International.
El secretario de Estado ha recibido ese contrato, “únicamente por las buenas relaciones que tiene en el Gobierno y en la cancillería, Daimler-Benz funciona sobre una estrecha red personal y sólo por esa razón le ha hecho la oferta”, dice Bäume, según el cual en Alemania no hay reglas claras sobre el pase de ministros a la empresa privada.
Los partidos del Gobierno se han preocupado de bloquear en el Bundestag las iniciativas por una mayor transparencia y control de los lobbies en el Gobierno. El SPD propone que no se ocupe puestos en la empresa privada hasta año y medio de la salida del Ejecutivo, pero la comunicación entre responsabilidades públicas y negocios afecta también de pleno a los partidos de la oposición.
Fuente: La Vanguardia