Garza Sada recibió un balazo. Elías Orozco, el único atacante que sobrevivió y con quien habló Excélsior, lo cargó para tratar de llevárselo a la casa de seguridad donde lo tendrían cautivo, pero al desvanecerse, lo dejó y escapó. El fundador del Tec de Monterrey murió cuando era trasladado al hospital. Fotoarte: Abraham Cruz
Hoy hace 50 años fue asesinado el empresario Eugenio Garza Sada. La acción fue ejecutada por un comando de seis guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), que cinco meses atrás, en abril de 1973, operaba como Los Macías y que habían sido parte de la Liga Leninista Espartaco (LLE), dedicada al robo de bancos, tienditas, farmacias, no al secuestro.
Con documentación histórica sobre la LC23S, proporcionada a Excélsior por el Centro Nacional de Documentación, Investigación y Análisis (CeNDIA), antes Archivo Periódico Madera, se prueba que el intento de secuestro del ingeniero Garza Sada, en la esquina de las calles de Villagrán y Luis Quintanar, en Monterrey, Nuevo León, fue uno de los primeros planes ideados por Ignacio Arturo Salas Obregón, líder de la LC23S, con el objetivo de financiar a la organización creada en marzo de 1973.
La información histórica muestra que Garza Sada no era el único objetivo de la LC23S. Había una lista de empresarios y políticos que serían secuestrados. Los servicios de inteligencia del gobierno obtuvieron esa lista, aunque no se conocían las fechas y operativos de ejecución de los secuestros.
Tanto en las declaraciones ministeriales de Elías Orozco Salazar, uno de los participantes en el intento de secuestro de Garza Sada —actualmente único sobreviviente del hecho de hace 50 años y con quien Excélsior ha tenido contacto para este trabajo—, como en la reconstrucción de hechos del momento, se determinó que:
A bordo de una camioneta pick up, el comando guerrillero, compuesto por Edmundo Medina Flores, Elías Orozco Salazar, Javier Rodríguez Torres, Anselmo Herrera Chávez, Hilario Juárez García y Miguel Ángel Torres Enríquez, interceptó en la esquina de las calles de Villagrán y Quintanar el Ford Galaxie color negro en el que viajaba el empresario, con el chofer Bernardo Chapa Pérez y el guardaespaldas, Modesto Torres Briones. Javier Rodríguez y Anselmo Herrera intentaron sacar del automóvil modelo 1969 al empresario; los atacantes recibieron disparos de los escoltas y murieron ahí. Garza Sada, de 81 años, fue herido de muerte. El fundador, en 1943, del Tecnológico de Monterrey (Tec de Monterrey) murió camino al hospital, según los reportes oficiales.
Ante el desastre que resultó el operativo del 17 de septiembre de 1973, la LC23S ejecutó de manera simultánea otros dos secuestros de alto impacto (lo que confirma la existencia de una lista de objetivos), que el grupo guerrillero reivindicó y llamó Operación 29 de agosto. Se trata de los secuestros del cónsul honorario de Inglaterra, Duncan Williams, el 10 de octubre de 1973 y el empresario Fernando Aranguren, que fue asesinado el 16 de octubre de 1973, ambos en Guadalajara.
El asesinato del ingeniero Garza Sada fue el principio de una feroz cacería por parte de la estructura federal de seguridad en contra de la LC23S y todos los demás grupos guerrilleros que operaban en el país, como fue el caso de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), que a partir de febrero de 1974 —en el contexto de la búsqueda de los guerrilleros de la LC23S—, fueron objeto de distintos planes oficiales que diezmaron su fuera en Monterrey, Estado de México y Chiapas. Aunque no del todo, nueve años después pusieron en marcha el EZLN.
CONTENIDO EN COLABORACIÓN
LA LIGA ANALIZÓ EL PERFIL DE SU VíCTIMA
En la declaración a la Dirección Federal de Seguridad (DFS) de Ignacio Arturo Salas Obregón —expediente marcado como 11-235-74 H-296 L-11—, el primer líder de la LC23S, al momento de su captura en 1974 antes de ser desaparecido (actualmente es su estatus), habló sobre el secuestro de Garza Sada:
“Que desde la primera reunión nacional (de la Liga), se planteó la necesidad de realizar el secuestro de alguna persona importante para obtener una fuerte cantidad de dinero y la liberación de compañeros revolucionarios, presos en diferentes cárceles del país, sin que entonces se determinara y ni siquiera se pensara en la persona que se secuestraría, lo cual vino a planearse, discutirse y aprobarse posteriormente. Haciendo previo análisis de la personalidad, condición económica y posibilidades de éxito se determinó que la víctima sería el señor Eugenio Garza Sada, conocido industrial de Monterrey, Nuevo León.
Aunque el de la voz (Salas Obregón) asesoró y supervisó los planes de dicho secuestro, la responsabilidad respecto a la vigilancia de las costumbres de la víctima elegida y la acción de los planes y ejecución de la acción recayó en los responsables del Comité Coordinador Zonal de Noreste o sea (José Ángel) García Martínez, (Héctor) Torres González y (Jesús) Piedra Ibarra, quienes tuvieron la responsabilidad de seleccionar a los participantes en ese hecho, así como prepararlos y adiestrarlos militarmente para ello.
Que para la ejecución del secuestro de Garza Sada —sigue la declaración del líder guerrillero—, el declarante le ordenó a Héctor Escamilla Lira (a) “Víctor”… que… se trasladara a dicha ciudad para reforzar a los compañeros que ejecutarían (el plan)…”.
En el intento de secuestro de Garza Sada, que terminó en su asesinato, también se registró la muerte de cuatro personas más, el chofer, Bernardo Chapa Pérez; el guardaespaldas del empresario, Modesto Torres Briones, y dos integrantes originales de la Liga Leninista Espartaco fundada en 1964, Javier Rodríguez Torres y Anselmo Herrara Chávez.
En uno de los testimonios a la policía que en octubre de 1973 dio Orozco Salazar —después de su captura de forma fortuita en el Popo Pack, Estado de México—, se lee:
EN AGOSTO, LOS GUERRILLEROS SUPIERON DEL PLAN
Más o menos a mediados de agosto próximo pasado, Edmundo Medina Flores les comunicó a los miembros del comando que la dirección del núcleo central había determinado secuestrar al señor Eugenio Garza Sada, por ser un rico industrial y una gran personalidad en el medio financiero y comenzaron a reunirse en una casa cuya ubicación desconoce porque siempre lo llevaron a la misma con los ojos vendados, asistiendo, además, a estas reuniones Edmundo Medina Flores, Miguel Torres Enríquez, Hilario Juárez García, Javier Rodríguez Torres y Anselmo Herrera Chávez, así como otros dos compañeros de los grupos fusionados (en la Liga) de nombre Alberto y Homero y desde la primera reunión se acordó que cada uno de los presentes vigilara los movimientos del señor Garza Sada, al llegar y al salir de la Cervecería Cuauhtémoc, ubicada en avenida Universidad entre las calles de General Anaya y M. Barragán”.
De esta forma, los integrantes del comando iban a unificar criterios de cuándo sería el mejor momento de cometer el secuestro.
En el expediente de Orozco Salazar, la última persona que vio con vida a Garza Sada, él lo cargó y se le desvaneció en sus brazos, se lee: “se concluyó que el momento adecuado (para el secuestro) eran las nueve horas en las que invariablemente llegaba este señor a sus oficinas y se señaló para la ejecución del secuestro, las nueve horas del día diecisiete de septiembre anterior…”.
En los siguientes días, los integrantes del comando que realizó el operativo de secuestro, que terminó en asesinato, fue de preparativos, como concentrar los automóviles que iban a utilizar y hacer una supuesta vida normal en una casa que el propio Orozco Salazar había rentado y en donde planeaban mantener secuestrado Garza Sada, hasta que se cumplieran las demandas de un pago de 5 millones de pesos y la liberación de un grupo, aún no determinado, de guerrilleros presos en distintas cárceles del país.
Esas mismas demandas fueron las planteadas por la LC23S para liberar a Duncan Williams y Fernando Aranguren.
Elías Orozco Salazar declaró el 10 de octubre de 1973 que, como a las 19:00 horas del viernes 14 de septiembre (de hace 50 años), se reunió el mismo grupo de personas que integraban el comando, en el mismo domicilio, que ya había declarado para hablar, discutir y opinar cada uno de los guerrilleros, sobre sus observaciones en torno a los movimientos del empresario; “en ese momento se determinó que el secuestro del señor Garza Sada se llevaría a efecto en la esquina que forman las calles de Villagrán y Quintanar, porque dicho señor acostumbraba circular diariamente en dirección de este a oeste sobre esta última calle, debiendo hacer alto al llegar a la Villagrán, por ser obligatorio y se acordó la distribución de los participantes en el hecho”.
UNA CAMIONETA AZUL LE CERRÓ EL PASO
De acuerdo con la relación de hechos que dio Orozco Salazar, él e Hilario viajaron en una camioneta pick-up, abierta, pintada de azul celeste, que estacionaron en la esquina noreste, en espera de la proximidad del automóvil del señor Garza Sada para interceptarlo antes de rebasar ese lado de la calle.
Edmundo y Miguel deberían ubicarse a pie en la esquina en donde se encuentra el disco que marca el alto y Javier y Anselmo en la equina de enfrente, o sea la sureste a donde debían llegar con anticipación usando autobuses urbanos.
“Igualmente se acordó que el automóvil Falcon se dejaría estacionado sobre las calles de Lima, esquina con las de J. J. Corro, enfrente de los patios del ferrocarril y en la prolongación Aramberri, atrás del panteón del Carmen y que Alberto (el enviado de la 23 de Septiembre) estaría con la camioneta pickup con camper color crema y, por último, Homero (el otro enviado de la Liga) estaría como final trasplante en el pueblo de La Fama, Nuevo León”.
Entre los acuerdos a los que llegaron, según declaró Orozco Salazar, fue que, una vez en cautiverio, Garza Sada sería ocultado en una casa de la calle de Abril de la colonia Industrias Poniente, de Monterrey, y que ahí permanecería hasta en tanto se gestionaba el pago del rescate, entonces aún sin determinar las liberaciones de miembros de la guerrilla que ellos consideraban presos políticos.
Después de la reunión del 14 de septiembre de 1973, el comando fijó una nueva cita para el día siguiente en las calles de Villagrán y Aramberri, para ver de cerca el terreno dónde iban a operar y si algo de lo planeado lo tenían que cambiar sobre la marcha.
El domingo 16, previo al ataque, Orozco Salazar, según su declaración, se quedó de ver en la misma zona del atentado con Edmundo Medina Flores para estar seguros de que los autos que utilizaría estaban en condiciones óptimas.
La noche previa al intento de secuestro, Orozco Salazar la pasó en la casa donde debía ser resguardado Garza Sada con tres enviados de la Liga Comunista 23 de Septiembre, que fueron identificados como Aída, Alberto y Homero, “descansando y calmando los nervios para efectos de no fallar en la operación de la mañana siguiente”, declaró.
LISTOS, A LAS 07:00
Las investigaciones policiacas, a partir de la declaración de Orozco Salazar, acreditaron que el lunes 17 de septiembre de 1973 él, Alberto y Homero se levantaron a las siete de la mañana, hora en que llegó Miguel Torres y salieron a recoger la pickup, para dirigirse al centro de la ciudad. Orozco Salazar se bajó en la esquina de las calles Bernardo Reyes y Colón, para ir a buscar a Hilario Juárez en la misma calle de Bernardo Reyes y Victoria. Hilario Juárez llegó al sitio y junto con Orozco Salazar se fueron caminando hasta la esquina de las calles de Simón Bolívar y Sayula, donde habían dejado estacionada la otra camioneta color azul celeste que, como lo declaró Orozco Salazar, era la destinada para la intercepción del auto de Garza Sada.
Fue a bordo de ese vehículo azul celeste que los atacantes se dirigieron a las calles de Villagrán para estacionarlo en la esquina suroeste, como se había acordado previamente.
Que cinco minutos después de haber estacionado la camioneta, a pie llegaron Edmundo y Miguel y se quedaron parados debajo del disco de alto obligatorio, esquina en la que estuvo un depósito de hielo (cómo se aprecia en la foto de la época que Excélsior obtuvo del archivo original, de parte de CeNDIA). Edmundo y Miguel fueron los responsables de dar aviso a Hilario y a Elías de la proximidad del auto del empresario.
…Lo que ocurrió diez minutos después, cuando eran las nueve y cinco horas del mismo día diecisiete de septiembre y al recibir la señal levantando la mano derecha, Hilario que tripulaba la camioneta rebasó la esquina para tener visibilidad y aproximarse al choche del señor Garza Sada, se le atravesó en la esquina contraria o sea, la suroeste, y de inmediato Edmundo sacó una metralleta M-1 que llevaba en una bolsa de papel como las usadas para empaque de fertilizantes, que llevaba en su interior otra bolsa de polietileno”.
Orozco Salazar dijo a los interrogadores de la DFS que Miguel llevaba una pistola Browning calibre 9 milímetros; Anselmo portaba una calibre 45 escuadra, Javier una pistola Browning 9mm; Hilario una 38 súper y él (Elías) otra marca Browning 9mm.
Que en el momento de la intercepción, Orozco Salazar viajaba en la caja de la camioneta por motivos de facilidad en la maniobra así como rapidez; que en ese mismo momento de la intercepción Javier y Anselmo cruzaron la calle, ya que eran los encargados de sacar del coche al señor Garza Sada y pasarlo a la cabina de la camioneta junto a Hilario que la manejaba.
Aclaró Orozco Salazar que al ingeniero no lo iban a subir a la cabina, sino a la caja de la camioneta, pero en el momento de detenerse el automóvil de Garza Sada a una distancia de cinco o seis metros, del costado de la camioneta, Orozco Salazar vigiló los movimientos del chofer, quien en forma muy violenta empujó al señor Garza Sada hacia abajo del tablero y al mismo tiempo disparó una pistola hacia la portezuela derecha repeliendo la agresión y seguramente, en ese momento, le pegó uno o varios balazos a Anselmo e inmediatamente después a Javier, así como lesionando en el hombro izquierdo a Miguel Torres.
ABANDONARON LOS CUERPOS
Después, dijo Salazar, se produjo una intensa balacera de ambos bandos. Él aseguró que desde la caja de la camioneta hizo tres disparos sobre el automóvil donde estaba el chofer; éste siguió defendiéndose y Salazar saltó al piso y desde un costado del automóvil del empresario hizo otros seis disparos contra el chofer; que lo vio aflojar el cuerpo y se flexionó.
Que inmediatamente después, el declarante rodeó el automóvil por delante y comprobó que sus compañeros, al parecer ya muertos, mismo momento en que Hilario avanzó un poco hacia adelante hasta dejar la camioneta a la altura del lugar en donde estaban los cadáveres de sus compañeros a los que el de la voz cargó con la ayuda de Miguel; también Edmundo ayudó a jalarlos y subirlos, pero antes de esta maniobra jaló del interior del automóvil el cuerpo el señor Garza Sada, cargándolo, poniéndole un brazo entre las corvas y otro por la espalda y así se dio cuenta de que estaba vivo, pero, como en ese mismo acto el señor Garza Sada se desvaneció y al mismo tiempo Edmundo y Miguel le gritaron al que habla ‘ya vámonos’, dejó al señor Garza Sada a un lado de la puerta del automóvil en el pavimento y en ese momento el automóvil comenzó a deslizarse por la inercia en dirección a la esquina contraria, no pudiendo apreciar más porque se arrancaron”.
Explicó Orozco Salazar cómo avanzaron en la huida del lugar de los hechos: circularon una cuadra sobre las calles de Villagrán hasta la de General Anaya poniente; tomaron la Bernardo Reyes y dieron vuelta al sur en J. Echeverría y de ahí hacia el poniente hasta las calles de Lima y J. J. Corro, en donde estaba estacionado el Ford Falcón, a donde subieron los cadáveres de sus compañeros Javier y Anselmo; siguieron la fuga por las calles de Lima, hasta tomar las de Miguel Nieto y llegar a la avenida Colón, y seguir hasta Patricio Milmo, sobre Aramberri, atrás del panteón del Carmen, en donde dejaron el Falcon con los cadáveres de los guerrilleros muertos. Ahí comenzó otra historia.
Fuente original EXCELSIOR