Por José Gil Olmos
El domingo 5 de junio el PRI de Enrique Peña Nieto tendrá que pasar una nueva prueba de aprobación o rechazo social a su gobierno a pesar de que los propios priistas y sus corifeos en algunos medios digan lo contrario. Hasta donde se ve en las encuestas, al PRI no le irá muy bien ese día de votaciones pues de las 12 elecciones a gobernador que habrá, apenas en la mitad se le ven posibilidades de triunfo.
Esta será otra muestra del rechazo social que existe a un partido y su gobierno que llegaron ensoberbecidos de poder después de una victoria pactada con el PAN y que hoy no sólo provocan decepción sino ira social por la crisis económica, la corrupción y la violencia que sigue creciendo en todo el país.
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La imagen de Peña Nieto –y la del PRI de manera concomitante–, se ha ido deteriorando conforme transcurre su sexenio. Apenas a la mitad de la administración 70% de los mexicanos reprueban su gobierno y eso, sin duda, habrá de reflejarse en los procesos electorales de este año y los que vienen.
Este deterioro del gobierno peñista no podría ser de otra manera si tomamos en cuenta que su imagen fue construida desde Televisa y que conforme dio sus primeros pasos mostró la inconsistencia de su propuesta reformista que solo incluía la conclusión del proyecto privatizador y neoliberal de Carlos Salinas de Gortari.
Enfocado más en sacar adelante sus reformas, principalmente la energética con la privatización de Pemex, Peña cerró los ojos para no ver el crecimiento del número de muertos por la violencia y el crimen organizado que hoy ya alcanzan la cifra terrible de 60 mil, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública.
En su miopía política, tampoco vio o no quiso ver el estancamiento de la economía y el crecimiento de la pobreza alimentaria y salarial que solo en este año se incrementó en otro millón de mexicanos.
De la misma manera, el primer priista del país tampoco miró el “humor social” en su contra cuando se revelaron las primeras muestras de la corrupción que tiene en su casa y en su gobierno.
Político de pensamiento viejo y de formas anquilosadas, Peña sigue creyendo que con una operación política electoral basada en la compra y coacción del voto se pueden ganar estas elecciones y por eso desde Los Pinos palomeó la lista de candidatos en los 12 estados sin tomar en cuenta el aumento de la inconformidad social y el crecimiento del poder de los grupos del crimen organizado que han impuesto candidatos para las elecciones del 5 de junio.
Manlio Fabio Beltrones podrá tener capacidad política para negociar como lo hizo más de una década en el Congreso de la Unión, pero esto no le alcanzará para ganar las elecciones en nueve estados como lo dijo hace unos meses, entrampándose así en sus propias previsiones, pues de no alcanzar esta cifra de victorias será considerado un presidente del PRI fracasado y sus aspiraciones de ser considerado aspirante a la candidatura presidencial se irán por el caño.
Frente a la crisis del PRI y del sistema de partidos en general, quizá lo que habremos de ver el próximo 5 de junio es un alto nivel de abstencionismo, como fue en las últimas elecciones intermedias de junio del 2015, cuando apenas participó 47% de los electores, 16% menos que los votantes que lo hicieron en la elección federal anterior, correspondiente a la presidencial de 2012.
Fuente: Proceso